33 Periódico

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Los ojos de Heidi fueron abriéndose lentamente gracias a un rayo de sol que se colaba por la cortina de la ventana y la estaba molestando. A su lado estaba Pedro que dormía plácidamente, sonrió al verlo tan tranquilo y sin preocupación alguna. Pero se le estaba haciendo algo extraño la falta de preocupación por parte de ella, se había quedado dormida en casa de Pedro y el abuelito no sabía nada.

—Oh no.

Se levantó en el aire de la cómoda cama de su "mejor amigo" quien por un lado estaba tan dormido que nunca se dió cuenta del brusco movimiento de la pelinegra. Buscó su calzado y luego su abrigo, antes de salir del cuarto de Pedro lo observó una vez más. Sonrió en sus adentros y se fue de allí sin más. Salió por la puerta principal de la cabaña y a paso rápido se dirigió a la casa del pueblo. Era un día soleado para ser invierno, casi no había nieve pero de todas formas se sentía el frío. Acostumbrada al clima de su hogar siguió caminando.

—Abuelo!—dijo Heidi cuando ya había llegado y logró divisar al viejo sentado con su pipa.

—Espero que tengas una buena explicación jovencita.

Heidi paró en seco, creía que el abuelito no sería tan directo ya que esos días había tomado la noticia de su relación amorosa con Pedro de lo más normal y pura calma tal y como lo hizo la tía Brígida.

—Lo siento. Nos quedamos dormidos—dijo Heidi con un poco de nerviosismo en su voz. El abuelito la miró por unos segundos y luego sonrió.

—No te preocupes pequeña. Se que estás en buenas manos y además confío mucho en ti—Heidi suspiró aliviada luego de oír esas palabras.

—Necesitas algo?

El viejo le pidió un par de cosas a Heidi del mercado, ella encantada fue a hacer sus mandados. Nunca le molestaba un favor del abuelito. Y para ser honesta hacía mucho tiempo que no se dirigía para la parte comercial del pueblo, desde que terminó el verano Heidi había estado en sus cosas sin parar (contando todos los hechos que fueron ocurriendo) y sentía que ya era hora de organizar sus tareas tanto obligatorias como responsables y de casa, a veces la segunda opción no era necesaria porque el abuelito se ocupaba la mayoría del tiempo, pero ella también era parte de aquella vida. Por ende, sentía la necesidad de ayudar.
No se quejaba, la gente en el pueblo siempre fue muy amable claro. Sin mencionar esos momentos cuando apenas tenía cinco años y solían ser algo metiches por el tema de que se quedaría con la persona más gruñona en el mundo. Sonrió orgullosa al poder desmentir aquella creencia hace rato y demostrarles que el viejo de Los Andes era mucho más que una mueca sería y semblante.

Llegando al lugar, le dio una última mirada a la lista que el abuelito le había entregado con todas las compras. Azúcar, pan, un par de verduras, carne, granos, vino, etcétera.
Se había introducido tanto en sus deberes que no le prestaba atención a nada más que eso, luego de pasar por varios locales y a punto de terminar de conseguir los alimentos, comenzó a sentirse extraña. Como observada.

—Arroz, semillas y... que más me habías pedido querida?

—Emm—Heidi volvió a fijarse en la lista, esa sensación la estaba distrayendo de su tarea—Frijoles, por favor.

—Claro, aguarda un segundo—Heidi asintió mientras la mujer iba por las cosas ya que se encontraban almacenadas en otra parte. Aprovechó para darle una inspección al lugar, así de una buena vez podía descubrir que era eso que la estaba desviando.

Todo se veía en orden, literalmente. Aquel mercado se encontraba en perfecta limpieza y organización. Los productos en su lugar, el piso liso, gente haciendo su trabajo y gente haciendo la suya. Nada extraño o sospechoso de que preocuparse, pero seguía estando desconfiada. Esperaba irse pronto de allí y tomar una relajante siesta cuando llegara después de almorzar.

MOUNTAIN (Heidi x Pedro)Where stories live. Discover now