9: Juicio

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En estos días de limpieza me di cuenta de la horrible y espeluznante casa en la que había vivido papá, como una caja de música que emitía una melodía tintineante y un poco siniestra cuando le dabas cuerda, y de pronto todos se sintieron débiles y soñolientos de una forma muy extraña, hasta que a Ginny se le ocurrió cerrar la tapa de un porrazo; un enorme guardapelo que nadie pudo abrir; aunque Morgana lo vio con mucha curiosidad, varios sellos antiguos; y, en una caja cubierta de polvo, una Orden de Merlín, Primera Clase, concedida al abuelo de Sirius por los «servicios prestados al Ministerio».

—Quiere decir que les dio mucho oro —aclaró Sirius con desprecio, y metió la medalla en el saco de basura.

Kreacher se coló en la habitación varias veces e intentó llevarse cosas en el taparrabos, murmurando terribles maldiciones cada vez que lo pillaban. Cuando papá le arrancó de la mano un enorme anillo de oro con el emblema de los Black, Kreacher rompió a llorar de rabia y salió de la habitación sollozando y lanzando contra Sirius unos insultos que yo nunca había oído y se quedaron en mi cabeza.

—Era de mi padre —explicó él , y metió el anillo en el saco—. Kreacher no le tenía tanto aprecio a él como a mi madre, pero la semana pasada lo sorprendí robando unos pantalones suyos.

La señora Weasley nos tuvo unos cuantos días trabajando muy duro. Tardamos tres días en descontaminar el salón. Al final los únicos trastos que quedaron fueron el tapiz del árbol genealógico de la familia Black, que resistió todos sus intentos de retirarlo de la pared, y el escritorio vibrante.  Moody aún no había aparecido por el cuartel general, de modo que no podíamos estar seguros de qué había dentro.

Pasamos del salón a un comedor de la planta baja donde encontramos arañas, del tamaño de platos de postre, escondidas en el aparador (Ron salió precipitadamente de la habitación para hacerse una taza de té y no regresó hasta una hora y media más tarde). Papá, sin miramientos, metió la porcelana, que llevaba el emblema y el lema de los Black, en un saco al que fueron a parar también una serie de fotografías viejas con deslustrados marcos de plata, cuyos ocupantes soltaron agudos gritos al romperse los cristales que los cubrían.
El elfo doméstico aparecía siempre en el lugar donde se habían congregado, y sus murmullos de protesta cada vez eran más ofensivos mientras intentaba llevarse cualquier cosa que pudiera de los sacos de basura.
Papá hasta llegó a amenazarlo con darle una prenda, pero Kreacher lo miró fijamente con sus ojos vidriosos y dijo: «El amo puede hacer lo que quiera»; luego se dio la vuelta y farfulló de modo que todos pudieran oírlo: «Pero el amo no echará a Kreacher, no, porque Kreacher sabe lo que están tramando, oh, sí, están conspirando contra el Señor Tenebroso, sí, con estos sangre sucia, traidores y escoria, su sucia mestiza que tiene de hija...» Al oír tales palabras, sin hacer caso de las protestas de Hermione, agarró a Kreacher por la parte de atrás del taparrabos y lo sacó a la fuerza de la habitación.
El timbre de la puerta sonaba varias veces al día, y ésa era la señal para que Walburga Black se pusiera a gritar de nuevo, y para que los demás intentáramos escuchar lo que decía el visitante, aunque podía deducir muy poco a partir de las fugaces imágenes y de los breves fragmentos de conversación que captábamos, antes de que la señora Weasley nos hiciera volver a las tareas. Snape entró y salió de la casa varias veces más; Angelique, mi otra horrible abuela también venía aquí, como le había dicho que si quería hacer las cosas bien se uniera a la orden. Ella trataba de establecer conversaciones conmigo y yo educada y fríamente le hablaba de vuelta, ella ni siquiera veía  a Papá. Los dos no se podían ni mirar, para Angelique, Sirius Black junto con el resto de lo merodeadores le había arruinado la vida a mamá . Y papá no soportaba a Angelique por todo lo que le había hecho sufrir a mamá.  A veces, sin embargo, los visitantes se quedaban para echar una mano. Tonks se quedó con nosotros una tarde memorable en la que encontramos un viejo ghoul de instintos asesinos escondido en un cuarto de baño del piso superior, y mi tío Lupin, que vivía en la casa  pero pasaba largos periodos fuera, realizando misteriosas misiones para la Orden, nos ayudó a reparar un reloj de pie que había desarrollado la desagradable costumbre de lanzarse contra quien pasara por delante de él. Mundungus se reconcilió un poco con la señora Weasley al rescatar a Ron de unas viejas túnicas de color morado que intentaron estrangularlo cuando las sacó de su armario.

Laila Scamander y La Orden Del FenixWhere stories live. Discover now