35: Neville

2.3K 384 239
                                    

Neville bb

El viaje hasta San Mungo fue rápido porque había muy poco tráfico. Asimismo, había un discreto goteo de magos y de brujas que iban con disimulo por la calle desierta hacia el hospital. Salimos del auto y Mundungus aparcó en la esquina y se quedó esperándonos. Fuimos caminando con toda tranquilidad hasta el escaparate donde estaba el maniquí vestido con el nailon verde, y una vez allí, uno a uno, atravesamos el cristal.
En la recepción reinaba una agradable atmósfera festiva: habían pintado de rojo y dorado las esferas de cristal que iluminaban San Mungo para que parecieran gigantescas y relucientes bolas de Navidad; había acebo colgado alrededor de las puertas, y en todos los rincones resplandecían unos relucientes árboles de Navidad blancos, cubiertos de nieve mágica y carámbanos de hielo y adornados con una brillante estrella de oro en lo alto. El vestíbulo no estaba tan abarrotado como la última vez que estuve aqui: tuve que esquivar a una bruja que llevaba una mandarina metida en el orificio izquierdo de la nariz.

—Pelea familiar, ¿verdad? —dijo la bruja rubia que había detrás del mostrador con una sonrisita de suficiencia—. Son ustedes los terceros que veo hoy... Daños Provocados por Hechizos, cuarta planta.

Encontramos al señor Weasley sentado en la cama con los restos del pavo en una bandeja sobre el regazo y con expresión avergonzada.

—¿Va todo bien, Arthur? —le preguntó la señora Weasley cuando todos lo  saludaron y le hubieron dado sus regalos.

—Sí, sí, todo bien —contestó él, aunque no muy convencido—. Oye, no han... No han visto a Odette, ¿verdad?

—No, fue a pasar Navidad con su familia—dijo la señora Weasley con recelo—. ¿Por qué?

—Por nada, por nada —contestó el señor Weasley quitándole importancia, y empezó a abrir los regalos —. Bueno, ¿lo han pasado bien? ¿Qué les han regalado por Navidad? ¡Oh, Harry, esto es maravilloso! —Acababa de abrir el regalo de Harry: un rollo de alambre fusible y un juego de destornilladores.

La señora Weasley no pareció quedar muy satisfecha con la respuesta de su marido, y cuando éste se inclinó para estrechar la mano de Harry, ella le miró el vendaje que llevaba debajo del pijama.

—Arthur —dijo con tono cortante, y su voz sonó como el chasquido de una ratonera—, te han cambiado los vendajes. ¿Por qué lo han hecho un día antes, Arthur? Me dijeron que no te los cambiarían hasta mañana.

—¿Qué? —dijo el señor Weasley, asustado, y se tapó con las sábanas hasta la barbilla—. No, no, no es nada, es que... —El señor Weasley se desinfló bajo la penetrante mirada de su esposa—. Mira, Molly, no te enfades, pero Augustus Pye tuvo una idea... Es el sanador en prácticas, ¿sabes?, un joven encantador, y muy interesado en la... humm... medicina complementaria... Ya sabes, esos remedios muggles... Bueno, se llaman «puntos», Molly, y dan muy buenos resultados en... en los muggles.

La señora Weasley emitió un ruido amenazador, entre un chillido y un gruñido. Mi tío Remus se alejó de la cama del señor Weasley y se acercó a la del hombre lobo, que no tenía visitas y contemplaba con nostalgia el corro que se había formado alrededor de su vecino. Bill murmuró que iba a ver si podía tomarse una taza de té, y Fred y George, sonriendo, se ofrecieron rápidamente para acompañar a su hermano.

—¿Me estás diciendo que has estado tonteando con remedios muggles? —masculló la señora Weasley subiendo la voz con cada palabra que pronunciaba, sin darse cuenta, al parecer, de que las personas que la acompañaban se escabullían para ponerse a cubierto.

—Tonteando no, Molly, querida —respondió el señor Weasley con tono suplicante—, no es más que... algo que a Pye y a mí nos pareció oportuno probar... Sólo que, desgraciadamente... Bueno, con este tipo de heridas... no parece funcionar tan bien como esperábamos...

Laila Scamander y La Orden Del FenixWhere stories live. Discover now