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Una semana más tarde, tras desmontar los dos aseos, destrozar a saber cuantos baldosines exclusivos que va no se fabrican (el decorador ha estado a punto de suiciderse dos veces) y de tener el restaurante  cerrado una semana (con las pérdidas que ello  acarrea), por fin una mañana todo vuelve a la normalidad.

  Por supuesto, el personal se ha mostrado encantado con estas vacaciones forzosas.  En especial Toptap, que ha vuelto con una sonrisa demasiado gilipollas para mi gusto.  Como no sabe disimular, todos nos hacemas una idea de lo que ha estado haciendo.  Sé que el  no dirá una palabra, pero será un placer provocarla para que termine colorado como un tomate. 

El día transcurre rutinariamente, lo cual se agradece, porque detesto no cumplir un horario.  Además, esta noche es una de esas raras ocasiones en que no tengo ningún compromiso, y me apetece mucho quedarme en casa.  Lo cierto es que cada vez me cansa más salir por ahí y aguantar a gente que no conozco, coversaciones insistanciales y mujeres demasiado emperifolladas que me povocan dolor de cabeza.  Quiero descansar. 

Me despido de los empleadcs y tardo poco en llegar a mi ático.  Al entrar en el portal veo a la señora Galiana.  Miro el reloj, está vestida para misa de ocho.  Al que no conozco es a él  hombre que está de espaldas hablando con el .  Traje de corte masculino, pero muy bien llevado. El pelo bien ordenado  y zapatos mocaccino.  Me inclinaría a pensar que es un abogado .

-Mira, querido, quién acaba de llegar.  Buenas tardes, señor Vachirawit dice la vecina, estropeandome la posibilidad de seguir evaluando a el desconocido.
-Hola, señora Galiana -respondo, fingiendo una sonrisa Tengo unas ganas enormes de llegar a casa, ponerme  cómoodo, ​​disfrutar de ua cerveza bien fría y no hablar con nadie hasta mañana, por lo que me acerco al ascensor dispuesto a escaparme. 

-Precisamente con usted es  quería hablar -dice la mujer, cortándome la retirada.
Yo mantengo mi sonrisa amable, aunque si pudiera la mandaba a paseo.

-Verá, el  señor es  el nuevo inquilino y claro, no conoce la zona -prosigue ya el  desconocido se da la vuelta
Activo mi memoria intentando situarlo, pero cuando  yo recuerdo, la última incorporación a la comunidad de propietarios es justo mi  vecino del ático, así que...
No puede ser, éste no tiene la misma pinta que el  desagredable hombre que tuve que soportar el día de la mudanza.  Nada que ver. 

-Y le estaba  comentando -prosigue la señora Galiana, metiéndose donde no la llaman- que usted conoce la zona, está bien relacionado y seguro que no le imporia ayudarlo para que se integre mejor en el barrio.  Además, son de una edad parecida. 

No es necesario interviene el hombre  Metawin tan incómodo como yo, pero a ver cómo nos las apañamos para deshacernos de la señora Galiana sin que se note

- ¡No diga bobadas, querido! - exclama la aspirante a vecina toca   huevos aburrida y dispuesta a fastidiar -Estoy segura de que el señor Vachirawit  conoce un restaurante por aqui cerca idóneo para cenar.

A mí lo que menos me apetece es salir por ahí con un desconocido, por mucho que se empeñe la vecina lianta.

-Gracias por todo, pero voy a pedir la cena por internet - interviene el otro educado sacando su móvil del bolsillo. 

  -Por favor -insiste la obstinada vieja, ¿va a cenar solo teniendo la oportunidad de hacerlo en buena compañía?  La juventud de ahora ... mira que son raros.  Es bueno para la comunidad que nos conozcamos todos. 
Y antes de que me dé tiempo a buscar una excusa convincente para salir del atolladero, añade:
-Yo si pudiera los acompañaba, pero desde que murió mi marido no tengo ganas de nada.  –Suspira toda afectada para recibir apoyo.  Su estratagema no tarda en funcionar, pues el nuevo vecino le da unos toquecitos en el brazo y yo continuo sonriendo como un gilipollas comprensivo. 

-Por eso me da pena que ustedes, en la flor de la vida, se encierren en casa pudiendo pasar un rato agradable en compañia.

Y para rematar  su actuación , saca un pañuelo de esos bordados a mano y se seca los ojos sin dejar de miranos a uno y a otro a la espera de salirse con la suya.

Tenga dos opciones, pasar por el aro y dejar un lado la maravillosa idea de estar solo una noche y disfrutar de un apartamento carisimo que apenas uso, o, por el contrario, enemistarme con la señora Galiana.  la «lideresa de la comunidad, arriesgándome a su odio eterno por no haberme sometido a sus sugerencias.

-De acuerdo -digo y El  nuevo vecino da un respingo -Conozco un sitio por aqui cerca.

-Estupendo, así podrán pasear un rato .  Se está perdiendo una buena custumbre - alega satisfecha la vieja-.  Les dejo, que ya llego tarde a misa,

Y una vez que ha logado sus objetivos, se escabulle dejándonos a nosotros con el marrón, en esperial a mí.

  -No tenenos por qué salir a cenar-dice el joven Metawin.  Detengo la búsqueda en el móvil, pues no pienso presentarme en un local sin antes haber hecho una reserva. 

-Perdona

-Te decía que no tienes por qué salir si no quieres.

- ¿Y qué harás cuando ella te pregunte?  Porque lo va hacer. 

-Decirle la Verdad -responde y arquen una ceja.  -Que fuiste muy atento y educado, y que pasamos una velada agradable ..

-Me echo a reír.

-Tú no la conoces contesto y, mira por dónde, está empezando a parecerme irteresante la idea de salir a cenar con ella- Creo que  de joven trabajó en los servicios secretos. Detecta una mentira antes de que hayas terminado de contarla. Se sabe la vida y milagros de todo el barrio.
Win Metawin sonrie con disimulo ante mi comentario. -Puedo ser muy convincente asegura.
Joder, que hasta  voy a tener que agradecerle a la señora Galiana su intromisión.

-Yo no me arriesgaria.

-¿Está coqueteando conmigo o sólo vacilándome?  No me ha quedado muy claro, por lo que mi interés en  averiguarlo hace el resto y me decido.  Sí, me la llevo a cenar.  -
Entonces? -pregunta con aire picaro.

Justo en ese momento, me llega un mensaje al móvil preguntándome si quiero confirmar la reserva y acepto sin consultárselo.  Puede que mis planes de descansar se hayan ido al carajo, aunque a lo mejor merece la pena.  No lo sé, pero la curiosidad ha ganado la batalla.  Levanto el teléfono y le muestro la pantalla junto con una sonrisa de esas que suelo utilizar cuando quiero salırme con la mia.  El arquea una ceja y, por su expresión, deduzco que acepta.

No le digas a nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora