55. Hashtag

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CLOE


Hoy me levanté más temprano de lo habitual para no llegar tarde, no quería que me molestara el puto Thiago. Si no le daba motivos, con suerte no me fastidiaría. Desde que nos conocimos lo único que había hecho era amargarme la existencia. No sé por qué razón, en clase tenía veintitrés personas más a las que podía molestar y justo fue a fijarse en mí.

A segunda hora pude conocer a la chica que se sentaba delante él, ¡ojalá ligaran!, de ese modo ese ser tan incómodo me dejaría en paz.

Alicia, como se llama la chica, era guapísima y me cayó genial. Era muy popular en el instituto, la conocía todo el mundo. Asistía a este centro desde primero de la ESO. Tenía el cabello castaño liso y muy largo, perfectamente planchado; acompañada de unos llamativos ojos azules, era alta, delgada y vestía muy a la moda. La indicada para el musculitos. Ali, que es como le gusta que le llamen, se me acercó y me preguntó amablemente qué tal llevaba los primeros días.

Tengo que decir que me ayudó mucho entreteniendo al gilipollas

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Tengo que decir que me ayudó mucho entreteniendo al gilipollas. Desde hacía un par de días, sus misteriosos ojos solo la veían a ella. El muy descarado la radiografiaba de arriba a abajo, aunque de vez en cuando le pillaba mirándome de reojo, con gesto de asco, por supuesto.

Hasta el momento estaba muy contenta con el cambio. En general todo el grupo se llevaba bien, no había malos rollos, ni grandes divisiones por sectores. Lo típico de nuestra generación, etiquetarnos como vacas según el poder adquisitivo, la ropa que vistes, los gustos: si eres gamer, eres friki, si te gusta el rollo japonés eres otaku, si vistes de marcas y súper "o sea" mega combinados, eres cayetan@, si combinas chándal con chaquetas de marca, eres cani, si tienes dinero, eres pij@, si no, un miserable... En fin, para todo existían esos benditos hashtag que te marcaban de por vida y te ponían rumbo a unas facciones que jamás podías cambiar, como en Divergente. Yo quería ser como Beatrice Prior, con todas las fortalezas, para que nadie me derrumbara; pero no es fácil luchar contra tus demonios que te recuerdan tus miedos e inseguridades, esos que nos hacen débiles frente personas que se creen superiores.

¿Cómo salir ilesa en esta clasificación? Pues mareando la perdiz, es decir, tratando de no destacar demasiado en ningún sector. Un día vestía más informal, en plan chándal suelto, otro día llevaba un libro de ilustraciones manga, otro día me arreglaba más y vestía al más puro estilo Ester Expósito, claro, que ni de coña tenía su porte, pero bueno... En fin, supervivencia, en esta cruel etapa llamada adolescencia, un mundo sumamente complicado en el que luchan hormonas vs inseguridades, valientes contra sumisos, creativos vs conformistas. ¿Quién ganará esta batalla?

De momento eso no ocurría en mi clase, pero, como decía mi padre: «tiempo al tiempo. Debes tener mil ojos porque no sabes quién te clavará el puñal».

Sí, es cierto que había una persona a quien le encantaba molestar mi paz y buscaba cualquier excusa para hacerme perder mi corta paciencia. Nunca en mi vida había sentido tanta rabia corriendo por mis venas. Pues hoy había sido el día...

Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Where stories live. Discover now