37. Obsesión

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ERIK


—Apareciste tú...

Seré sincero. Cloe era diferente, era especial, con ella sentía ilusión. Me había jurado ser un mierda, un Erik sin sentimientos, solo dejarme llevar por la satisfacción carnal y no enamorarme; pero apareció ella rompiendo mis esquemas, destruyendo mis fortalezas y sacando mi lado más sensible.

A veces parecía frágil, otras en cambio era osada y fuerte, una mezcla adictiva que hacía inevitablemente que pensara en ella en todo momento. Estaba acostumbrado a tomar las cosas a mi antojo, quizás eso me hacía prepotente y seguro.

Con Lucía, que fue mi talón de Aquiles, sucumbí a sus encantos, a su belleza y me la metió doblada; pero a la vez me hizo reflexionar sobre mis errores, ¿en qué había fallado para que me hubiese engañado? La culpa no fue solo de ella; ahora lo tenía claro, cuando te enamoras y pierdes, siempre hay que echarle la culpa a alguien o a algo. ¿Qué nos ocurrió? ¿En qué fallamos?

Simple. Los primeros meses fui un capullo prepotente. Yo llevaba la batuta de la relación, sabía que la tenía a mis pies, era sumisa y entregada, pero, por desgracia, el karma está pululando, degustando un delicioso café a nuestro alrededor, esperando pacientemente el momento exacto para actuar y me pilló. No recuerdo el momento exacto, pero la tortilla se giró, nuestros encuentros sexuales eran frecuentes y su experiencia me enloqueció hasta llevarme a su terreno, en el que era experta. Poco a poco cogió seguridad en sí misma y yo perdía la mía; era como si se intercambiaran los papeles. Fue entonces cuando perdí el control y la acosaba con mis celos e inseguridades.

¿Cómo un tío que lo tiene todo hace eso? Pues sí, lo hace. Lo fácil te aburre y lo difícil te excita. La seguía a todos lados, la llamaba a todas horas; ella sabía que lo único que me alejaría y rompería mi obsesión era un engaño.

Y así fue... Lo único en esta vida que nunca disculparé es la traición. Era mi trauma. Mi madre fue la gran maestra que tatuó en mi alma el gran defecto. Tolerancia cero a la traición.

Lucía intentó por activa y por pasiva enmendar la plana, no sé si por orgullo o por sentimiento verdadero cuando vio que todo estaba perdido. Eso ya daba igual; me hizo un favor al final. Su vanidad era insoportable y la toxicidad de ambos no era propia de una relación.

Me negué en banda y pasé del amor al odio en dos segundos, cuando la vi con Víctor, un colega de años, con ganas de joderme la vida. Me dolió, lo reconozco, lo sufrí, y sí, también lloré. La quería y me obsesioné con Lucía. La obsesión es un cáncer con metástasis, que corroe, que perturba, que destruye; en mi caso, creo que lo curó su traición, hasta el punto de que la saqué de mi vida completamente. Pero, ¿cómo podía olvidarla tan rápido? ¿Era amor lo que sentía por ella? ¿O simple reto porque ella tomara el control?

Cloe conocía parte de mi historia con Lucía, la culpé de todo como un cobarde; pero apenas conocía a la misteriosa. Nunca me imaginé necesitar a alguien como la necesitaba a ella. Con ella quería hacer las cosas bien desde el principio. Era sencilla y natural, sin poses. No le importan los lujos, solo quería, como ella decía, ser feliz. ¿Seré capaz? Su sola presencia me ponía nervioso, yo también me inquietaba cuando la tenía enfrente. Sabía hasta dónde debía llegar si la quería mantener a mi lado.

Me acerqué a ella rodeando la isla de la cocina y extendí mi mano. Sabía que podía conseguir muchas cosas hoy, pero mejor dejaría que todo fluyera. ¡Joder, Erik! Autocontrol en toda regla, estás irreconocible. Su tímida mirada y nerviosismo eran palpables. Caminamos hasta la piscina y me senté al borde con los pies dentro. Ella dudaba, pero accedió con cautela.

—¿Se nos acabaron las palabras? —Era una situación atípica, no sabía qué decir.

Ella sonrió y me miró con ternura.

—Uff, rubio, no sé por dónde empezar... —suspiró.— ¡Ah!, sí... ¿Por qué te fijaste en mí?

—Pues porque el destino quiso que te encontrara, quizás.

—¿Por qué yo y no Lola? Por ejemplo. —Transmitía inseguridad lógica.

Lola era una tía guapa y lanzada, vacía en contenido y fácil de obtener; bastaron dos tardes para conseguir ese premio que me dio en bandeja sin yo pedirlo. Pero eso era algo que no debía decirle por ahora a mi chica misteriosa. Cloe era muy diferente, era como esa pieza única que consigues y deseas cuidar y proteger toda tu vida.

—Tú eres diferente, nena.

—Tengo miedo, rubio... Miedo a no corresponderte como deseas. —Su voz nerviosa transmitía ternura e inocencia.

—Si ya me correspondes, Cloe. No quiero nada que tú no quieras.

—Pero pronto querrás más y yo...

—Shh —Toqué sus labios con mi pulgar. La abracé para calmar sus miedos y me acerqué a su frente.

Le besé tiernamente. Inicié ese beso que tanto deseaba con delicadeza, con pasión. Su corazón palpitaba desbocado...

 Su corazón palpitaba desbocado

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Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Where stories live. Discover now