48. Volver a empezar

7.5K 741 191
                                    

CLOE


Sus palabras fueron suficientes para que empezáramos de cero una relación sin agobios ni ataduras. Erik había sido tierno y especialmente cariñoso; nos besamos intensamente con una pasión reservada que poco a poco se deshizo, dándome esa seguridad que tanto necesitaba.

—Yo también te extrañé, rubio.

He de admitir que cada día me gustaba más. Yo era novata en esto del amor y tenía que seguir aprendiendo a controlar mis celos y emociones.

Erik inició la universidad sin contratiempos y con un horario maratoniano, según me contó.

Lola seguía llamándole a diario, pero cuando me enseñó sus mensajes, lo que me daba era pena. Le amenazó con contarme una sarta de mentiras; él, según leí, no respondió a sus mensajes. Debía de volver a confiar en él...

Pasamos la tarde como en aquellos paseos en las playas de Vigo. Hizo sonar una canción de su playlist a través de los cascos, derritiendo mi corazón.

«... Los dos cogidos de la mano, por las calles. Y regalándonos mil besos en cada rincón. Te quiero así, sí, tal como eres, para mí. No pidas más, que yo sea tu dueño mi amor, intentaré, parar la vida un instante para estar contigo, si puedo. Pero después, al amanecer. No nos daremos ni cuenta, pero en cada beso, pondremos la vida, daremos el resto...».

Así estábamos, viéndonos con gran deseo, meciéndonos abrazados, escuchando a Alejandro Sanz.

«... Eh, coge mi mano así sin miedo. Bésame y no mires al suelo. El tiempo que aún nos queda. Vivámoslo como si fuera eterno...».

Los dos cogidos de las manos y regalándonos una puesta de sol maravillosa que fotografiamos mil veces, con muecas, con besos tiernos, con abrazos sentidos sellando nuestros sentimientos.

Nos despedimos en el marítimo. Yo no quería separarme y él tampoco, pero tenía que entregar un trabajo antes de las 22:00 y se le hacía tarde. 

Regresé caminando envuelta por la brisa escuchando «A Sky full of stars» de Coldplay. Atrás quedaban los días tristes y mis llantos a escondidas. Aquella canción me recordaba su compañía y era feliz.

«Porque tú eres un cielo, porque eres un cielo lleno de estrellas, voy a darte mi corazón. Porque tú eres un cielo, porque eres un cielo lleno de estrellas, porque iluminas el camino...».

Sentí que alguien tropezaba conmigo y me devolvía a la realidad. Me quité los cascos y me giré gritando:

—¡Ey! ¡Capullo, mira por dónde vas! —grité alzando mis brazos a modo de reclamo, pero no me oyó o se hizo el loco.

Era un imbécil en patinete a toda velocidad, con una sudadera con capucha negra; me llevó por delante y ni se disculpó. Solo vi una silueta que desaparecía en aquella caminería, dejándome intranquila hasta el portal de mi casa.

Mañana me tocaba a mí empezar el instituto. A ver qué me esperaba...



**********





Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Where stories live. Discover now