Parte XIX: BAJO LA LUZ DE LA ESPERANZA - CAPÍTULO 167

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CAPÍTULO 167

Liderman silbaba una tonada mientras comprobaba las sogas y los mecanismos de navegación del velero en el muelle. Un par de sylvanos cargaban provisiones de agua y comida, ayudados por Orsi.

—Pareces de buen humor —se acercó Sabrina al entablado de madera.

—Nada como un viaje secreto para alegrarme el día —sonrió Liderman—. Además, extraño el continente. Gracias por escogerme para esta misión.

—No fui yo, fue Felisa —aclaró Sabrina—, pero me alegro de que lo haya hecho—. ¿Cuánto tiempo más falta para que estemos listos para partir?

—No me preguntes a mí, yo ya estoy listo desde hace rato. Los que se están demorando son Riga, Augusto y Bruno.

—¿Dónde están?

—Hablando con la reina.

Sabrina resopló con disgusto. ¿Qué instrucciones secretas les estaría dando Felisa a sus compañeros?

—¡Ah! ¡Ahí están! —señaló Liderman hacia el sendero que conducía al embarcadero.

Riga venía al frente, seguida por Augusto y Bruno. Más atrás venía Torel, que Sabrina supuso había sido enviado para despedirlos.

—¡Por fin! —exclamó Sabrina—. La situación de Liam y Cormac es crítica y debemos movernos rápidamente.

—Lo siento —dijo Bruno—, pero la demora fue productiva —señaló un abultado saco de cuero que colgaba de su cinto, junto a su pistola enfundada—. Felisa nos dio generosos fondos para el viaje —clarificó—, aportados por las previsoras arcas de Valamir.

—Por el volumen de eso, veo buenos caballos en nuestro futuro, y tal vez hasta un carruaje —sonrió Liderman apreciativamente.

—Y estadías de lujo en los mejores hospedajes de Agrimar —agregó Riga.

—No se ilusionen mucho —les advirtió Sabrina—. No habrá largas estadías durante el viaje, ni tampoco un carruaje que nos demore. Tendrán que contentarse con buenos caballos y buena comida.

—Puedo ser feliz con eso —se encogió de hombros Liderman.

—Y yo —se unió Orsi.

—Gus, ¿puedo hablarte un momento en privado?

—Claro —aceptó Augusto, apartándose del muelle unos metros junto con Sabrina.

Mientras tanto, los demás comenzaron a abordar el velero.

—Dime qué órdenes secretas les dio Felisa a mis espaldas —le pidió Sabrina a Augusto.

—Básicamente, que no debemos permitirte pisar Marakar ni acercarte a Zoltan sin su aprobación o la de Valamir —respondió Augusto.

—¿Y cómo piensan impedírmelo si decido hacerlo? —le espetó Sabrina entre dientes.

—Bruno y yo estamos a tus órdenes —le respondió Augusto—. Te apoyaremos en lo que decidas hacer si lo consideramos viable y si Liam lo aprueba. Es decir, la idea es rescatar a Liam antes de embarcarnos en la empresa de destronar a Zoltan, ¿no?

—Liam es primero, por supuesto —asintió Sabrina.

La atención de Sabrina se vio desviada por las acciones de Torel, quién no solo había abordado el velero, sino que se había puesto cómodo, reacomodando una bolsa de tela con equipaje, que aparentemente había traído él mismo.

—¿Qué cree Torel que está haciendo? Pensé que solo había venido a despedirnos en nombre de Felisa —murmuró Sabrina para sí.

—Torel va con nosotros. Órdenes de Felisa —explicó Augusto.

—¿Cómo espía de mis movimientos? —arrugó ella la nariz con disgusto.

—Como embajador del pueblo sylvano en caso de que la situación política lo requiera. Felisa lo nombró su representante.

—Ya veo.

—Creo que Torel no es tu espía —agregó Augusto—, su nombramiento es legítimo y puede llegar a ser útil cuando decidas comenzar con lo que has prometido en las negociaciones con Felisa.

—Negociaciones que no podrán comenzar si ella no piensa permitir que pise Marakar, ¿no te parece?

—Bueno... —sonrió Augusto—. ¿Qué deduces de eso?

—Que Felisa tiene planeado darme el permiso para sacar a Zoltan del camino, pero que no puede hacerlo hasta no estar segura de que Valamir lo aprueba. ¿Por qué es tan importante la aprobación de Valamir? ¡Ella es la Reina de Obsidiana! De seguro puede tomar sus decisiones de forma independiente, ¿no?

—De seguro —admitió Augusto—, pero Valamir es el que conoce los detalles de la línea de tiempo que llevará a tu triunfo, así que Felisa siente la necesidad de escuchar su opinión y sus consejos.

—¿A mi triunfo o al de los sylvanos?

—En este momento son lo mismo —se encogió de hombros Augusto—. De seguro eres lo suficientemente inteligente como para ver la ventaja de aprovechar eso.

—Humm —expresó Sabrina, pensativa—. Dices que Torel no es mi espía... ¿significa eso que es alguien más?

—Riga —respondió Augusto.

—Entiendo —asintió Sabrina—, por eso la plantó desde el principio como reemplazo de Dana.

—¿Quieres dejarla en la isla? —inquirió Augusto.

—No, prefiero tenerla cerca. Es una Adivinadora y podría ser útil de alguna forma. Solo tendré cuidado de no hablar de planes no aprobados frente a ella.

—Me parece buena idea.

Los dos guardaron silencio al escuchar pasos desde el bosque.

—¿Dana? —inquirió Sabrina, sorprendida al verla aparecer por el sendero.

—Qué suerte que te encuentro, pensé que ya habías partido —dijo Dana.

—¿Pasó algo?

—Sí —confirmó Dana—. Tuve otra comunicación con Liam.

—¿Él está bien? —preguntó Sabrina con ansiedad.

—Más que bien. Él y Cormac han pasado de ser prisioneros a ser asilados políticos protegidos por Rinaldo. En este momento, están disfrutando de una lujosa estadía en su palacio en Vikomer —les contó Dana.

—¿Cómo es posible? —preguntó Augusto.

—El otro enviado de Valamir: Yanis. Él es el nuevo Mago Mayor de Agrimar —explicó Dana.

Sabrina rio con lágrimas en los ojos y abrazó con fuerza a Dana.

—Liam está bien, está a salvo, Sabrina —le devolvió el abrazo Dana, emocionada.

—Supongo que el viaje de rescate ya no es necesario —comentó Augusto.

Sabrina se soltó bruscamente de Dana y le lanzó una mirada penetrante a Augusto:

—Ni una palabra de esto a los demás —le advirtió con un dedo en alto—. Este viaje no será cancelado. Dana, ¿sabe alguien más sobre esta comunicación?

—No, quería que tú fueras la primera en enterarte —respondió Dana.

—Por favor, mantenlo en secreto, al menos por unas horas más, hasta que estemos en alta mar —le rogó Sabrina.

—Lo prometo —aceptó Dana—. ¿Qué piensas hacer?

—La reina de Marakar visitará Vikomer —anunció Sabrina—. Humm, tal vez necesitemos un carruaje después de todo —manifestó con una sonrisa pícara.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora