Parte XV: BAJO LA MIRADA DEL ENEMIGO - CAPÍTULO 142

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PARTE XV: BAJO LA MIRADA DEL ENEMIGO

CAPÍTULO 142

Sorventus apareció como una mancha difusa en el horizonte. Liderman abrió la caja alargada que había descubierto explorando las pertenencias de Valamir en el velero y sacó el poderoso catalejos.

—¿Qué ves? —preguntó Orel.

—Hay una especie de muelle —respondió Liderman—. Veo dos hombres haciendo guardia.

—Son magos principiantes, leales a Ileanrod —dijo Valamir.

—¿Cuántos más hay? —preguntó Felisa.

—Entre diez y quince en total en la isla.

—¿Qué poderes tienen?

—Nada que deba preocuparte —replicó Valamir—, porque yo me encargaré de ellos.

—¿Cómo?

—Sirviendo de carnada para distraerlos y enfocarlos en mí —explicó Valamir.

—¿Vas a entregarte a ellos? —quiso saber Felisa.

—Después de que me persigan por un rato en la dirección contraria a donde ustedes estén, sí.

—¿Cuánto tiempo crees que podrás conseguirnos?

—Si logro convencerlos de que volví solo, todo el que necesiten, pero para eso, debo llegar solo en el velero hasta el muelle. ¿Todos ustedes saben nadar? —paseó la mirada por los miembros del grupo.

Todos asintieron, aunque sin mucho entusiasmo.

—Rodearemos la isla y los dejaré en el lado contrario al muelle —explicó Valamir su plan—. Deberán nadar hasta la costa porque sin un embarcadero, no podré acercar el velero hasta la orilla. Luego me presentaré en el muelle y atraeré la atención de los guardias. El portal está justo en el centro de la isla. La obsidiana guiará el camino.

—¿E Ileanrod? —cuestionó Felisa.

—Seguramente estará con Iriad en el portal. Tendrás que lidiar con él con mucho cuidado. Deja que Iriad te ayude a manejarlo.

Felisa asintió y se volvió hacia Orel:

—Desátalo del mástil —le ordenó.

Valamir hizo una mueca cuando Orel tironeó bruscamente de las sogas para desatar los nudos. Era obvio que solo aceptaban su intervención en el plan porque la reina lo avalaba, pero más allá de eso, no les simpatizaba y no le perdonaban haber estado al lado de Ileanrod por tantos años. El papel de Valamir en la Restauración era ingrato e incomprendido, y él lo había aceptado así.

Con las manos liberadas, Valamir se frotó las muñecas raspadas por la áspera soga. Pensó en pedirle a Kalinda que lo sanara, pero no se atrevió. El balance en su relación con Orel y Kalinda era delicado y se mantendría mientras Valamir no intentara pretender ser su amigo o tomarse atribuciones que a sus ojos no le correspondían. Para ellos, Valamir era una especie de condenado al que le habían permitido una última buena comida a su elección antes de ejecutarlo.

Valamir fue hasta donde Liderman estaba peleando con las sogas que controlaban la vela. El mercader se apartó sin decir palabra y dejó que Valamir tomara el control de la embarcación. Pronto, fue más que obvio que Valamir era mucho más diestro en el manejo del velero que cualquiera de los demás. Virando a babor, Valamir se alejó del muelle y comenzó lentamente a rodear la isla. El viento favoreció su maniobra.

—¿Qué pasa si los guardias también tienen un catalejos? —planteó Liderman de pronto—. ¿Qué pasa si nos están viendo virar y alejarnos?

—Primero, el único catalejos lo tengo yo en este velero —aseguró Valamir para tranquilizar a Liderman—, y segundo, tengo a esta embarcación y a todos ustedes envueltos en uno de mis campos de invisibilidad.

—Si somos invisibles, ¿por qué tenemos que nadar hasta la isla? —planteó Orsi, a quien no le atraía la idea de sumergirse en agua—. ¿Por qué simplemente no nos llevas hasta el muelle y nos haces pasar entre los guardias?

—Porque al estar desalineado, el portal de Sorventus emite una perturbación energética que anula las habilidades especiales de sylvanos y magos humanos por igual en toda la isla. Una vez que desembarquemos en el muelle, la burbuja que vuelve invisible al velero se desvanecerá y los guardias podrán verlo —explicó Valamir con paciencia.

Orsi solo gruñó una respuesta ininteligible y se abstuvo de hacer más preguntas.

—Mi plan es desvanecer la burbuja a cierta distancia, antes de desembarcar —siguió Valamir—. Si me ven llegar solo, tendrán tiempo para llamar refuerzos y así atraeré a la mayoría de ellos hacia mí, dejándolos a ustedes libres para hacer su trabajo.

Nadie se atrevió a discutir sobre la revelación de la perturbación inhibidora de Sorventus y sus posibles consecuencias para la misión del grupo, pero todos notaron que Felisa apretó los labios con preocupación.

Llegando al punto donde Valamir había pensado en dejar a sus compañeros de viaje para que siguieran a nado, Orel planteó:

—¿Qué pasa si no llegamos a tiempo? ¿Qué pasa si no queda nada de Arundel que salvar cuando abramos el portal?

Como nadie contestó, Valamir sintió la necesidad de dar unas palabras de aliento:

—Este plan ha llevado mucho tiempo y sacrificio —comenzó—. Muchas veces sentí que no lograría el objetivo, que era imposible que las cosas se dieran exactamente como debían darse, y, sin embargo, seguí trabajando para la Restauración. Cada vez que dudada o que algo parecía salirse de lugar, la línea de tiempo se reacomodaba y seguía su curso, inexorable. Creo que, estando tan cerca de la meta en este momento, las cosas volverán a reacomodarse y todo saldrá bien.

—Este es el momento más crítico —dijo Felisa—, cuando los eventos están más acelerados y las acciones necesarias deben llevarse a cabo con más precisión. Este es el momento en el que un pequeño error puede costarnos todo. Aun así, todo lo que podemos hacer es seguir hasta el final, confiar en que hicimos todo lo que estaba en nuestras manos para lograr salvar a los sylvanos de Arundel.

—Que así sea —murmuró Kalinda en asentimiento.

—Este es el punto —anunció Valamir, señalando la costa—. ¿Están listos?

—Listos —dijo Felisa.

Los demás asintieron, asomándose al borde de la proa y observando el mar.

—Buena suerte —les deseó Valamir.

—Y a ti —extendió su mano Felisa.

Valamir se la estrechó con un fuerte apretón.

—Nos veremos pronto, Valamir —dijo Felisa.

Valamir solo sonrió con una sonrisa triste, sin contestar.

El primero en arrojarse al agua fue Liderman. Los demás lo siguieron enseguida y el grupo comenzó a nadar hacia la isla, ayudado por las olas. Valamir recogió la vela por un momento y observó a los nadadores con el catalejos, vigilando que todos llegaran a la costa sin problemas. Cuando estuvo seguro de que todos estaban a salvo en la playa. Desplegó otra vez la vela y enfiló el velero hacia el muelle.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora