Parte XIV: BAJO PROTECCIÓN - CAPÍTULO 141

55 8 0
                                    

CAPÍTULO 141

Irina entró a la habitación con una bandeja que contenía una tetera humeante y dos tazas. Se tomó un momento para estudiar la situación entre Maxell y Yanis, y, cuando vio que las cosas estaban tranquilas y que Yanis no parecía correr peligro, apoyó la bandeja en una mesa junto a la ventana.

—Yo me encargaré —se ofreció Maxell, poniéndose de pie.

—No, no —lo atajó Irina.

—Está bien, Irina —le dijo Yanis desde la cama—. Déjalo ayudar. Ve a descansar. Si necesito algo, llamaré a un sirviente.

Irina hizo de cuenta que no había escuchado nada y sirvió el té de Yanis, agregando unas hierbas que traía envueltas en un lienzo. No iba a dejar que un extraño, por más amable que pareciera, manipulase el té de Yanis. El cuerpo del Mago Mayor ya había sufrido demasiado envenenamiento por un día. Ignorando a Maxell, Irina llevó la taza hasta Yanis y se la entregó en mano.

—¿Todo está bien? —le murmuró la sanadora a Yanis.

—Todo bien, Irina —le aseguró el Mago Mayor—. No soy un bebé indefenso —protestó—. En serio, ve a descansar. Nos esperan días arduos.

Reluctante, Irina asintió y se retiró a la habitación contigua. Yanis adivinó que la sanadora estaría con el oído pegado a la puerta del otro lado por un rato más, hasta convencerse de que Maxell no era una amenaza para él. ¿Desde cuando se había convertido en la madre sobreprotectora de un mago? Yanis no podía culparla. Después de todo, el celo de Irina le había salvado la vida en el escenario esa misma mañana.

Maxell volvió a sentarse en la silla, con una taza de té humeante en la mano para acompañar a Yanis. Observó en silencio al Mago Mayor hasta que este se sintió tan incómodo que decidió hablar:

—He vuelto de mi exilio porque la vida de todos los seres humanos de Ingra está en peligro —dijo Yanis—. Eso es todo lo que puedo revelarle por ahora, Maxell.

—¿Un complot?

—Sí —admitió Yanis.

—¿Liderado por Zoltan?

—Zoltan está involucrado, sí —respondió vagamente Yanis.

—Pero no es el líder —dedujo Maxell—. ¿Quién es? ¿Quién está detrás de todo esto? —presionó.

—Es... complicado —se escudó Yanis.

—Todavía no confía en mí —replicó el otro.

—Bueno, en mi defensa, acabo de conocerlo hace apenas unas horas. Su historia me parece sincera, pero...

—Lo entiendo —lo cortó Maxell con las manos en alto—. ¿Responderá al menos a algunas de mis preguntas?

—Puede ser, hasta cierto punto —flexibilizó las cosas Yanis—. Necesito de su ayuda, después de todo.

—Desesperadamente —arqueó una ceja Maxell.

—Desesperadamente —admitió Yanis.

—¿Quién mató a Stefan? ¿Fue usted?

—¿De verdad? ¿Cree en los rumores propagados por magos fanáticos y cobardes?

—Creo que usted estuvo involucrado en su muerte de alguna manera —respondió con el rostro serio Maxell—, y me juego la cabeza que también tiene que ver con la desaparición de Nicodemus.

—Yo no maté a Stefan —dijo Yanis con firmeza.

—¿Quién, entonces?

—Uno de sus prisioneros.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora