Parte III: BAJO INSTRUCCIÓN - CAPÍTULO 29

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CAPÍTULO 29

—Entonces, Lug y Bernard se conocían de antes —concluyó Stefan, reacomodándose en la silla en la que estaba sentado frente al encadenado Liam.

—Sí —confirmó Liam.

—¿De dónde?

—No lo sé, pero parecían viejos amigos. Se me ocurre que se conocían del Círculo.

Stefan suspiró. Otra vez con sus fantasías del otro mundo. Necesitaba que Liam se concentrara en el mundo real:

—Orsi —llamó.

El verdugo entró en la celda. Liam se estremeció y las manos le comenzaron a temblar. Pero Orsi no traía sus instrumentos, solo su atuendo de cuero negro con su máscara que ocultaba su identidad. Stefan le hizo una seña y Orsi cruzó los brazos, quedándose de pie a dos metros del prisionero, sin intenciones de acercarse. Stefan sabía que Liam no necesitaba más sesiones ni más coerción, pero la mera presencia de Orsi lo mantendría enfocado y evitaría que volviera a enredar a Stefan en sus largas historias.

—¿Qué más, Liam? ¿Qué más puedes decirme de Bernard y Lug? —lo animó a seguir el mago.

—Creo que Bernard no es su verdadero nombre —dijo Liam, mirando de reojo a Orsi con nerviosismo.

—¿Y cuál es su verdadero nombre?

—Ojalá lo supiera.

Stefan entrecerró los ojos:

—¿Por qué lo dices? ¿Por qué te gustaría saberlo?

—Para poder decírselo —respondió Liam con lágrimas en los ojos.

Stefan se permitió una sonrisa:

—Volvamos a la conversación que ellos tuvieron cuando tú estabas estudiando el mapa —dijo—. ¿Por qué crees que Lug quería que Bernard te conociera en persona? ¿Por qué dijo que tenía "derecho" a conocerte?

—No lo sé —meneó la cabeza Liam, consternado por no poder dar la respuesta que el mago esperaba de él—, pero eso parecía estar fuera del plan.

—¿Qué plan? —se interesó Stefan.

—Ellos tenían un plan, sabían exactamente lo que iba a pasar y cómo iba a pasar, como si... como si hubiesen visto el futuro y estuvieran preparando todo para que se cumpliera —Liam se detuvo un momento, se le había hecho un nudo en la garganta—. Dana lo sabía y por lo tanto Lug también lo sabía...

—¿Qué cosa? ¿Qué sabían?

—Que yo terminaría aquí, por eso no me dijeron nada del plan, para que no pudiera traicionarlos aunque quisiera —dijo Liam, sollozando—, sabían lo que iba a pasarme y lo permitieron, tal vez hasta lo fomentaron.

Stefan le apoyó una mano en el hombro:

—Liam, tú no los traicionaste, puesto que ellos te traicionaron primero, te abandonaron, sabiendo lo que te esperaba. No derrames más lágrimas, debes endurecer tu corazón. El sentimiento que debes dejar crecer en ti no es la tristeza, sino la ira, porque solo la ira te ayudará a llevar a cabo tu venganza.

Liam paró de llorar y levantó la vista hacia Stefan. ¿Venganza? Sí, venganza. Lug y Dana pagarían caro lo que le habían hecho. Y Augusto... ¿Cómo era posible? Hasta su mejor amigo lo había entregado a su martirio.

Stefan asintió con satisfacción al ver el cambio en la mirada de Liam. Ya no era el cordero del sacrificio, ahora era un león vengador, un león vengador al servicio de Stefan. Lo tenía en sus manos, una pasta lista para ser moldeada para sus necesidades, como tantos reyes y nobles a los que había manipulado para cumplir con sus ambiciones. Y este simple muchacho, descartado por sus amigos, le serviría por fin para cumplir la más grande de sus ambiciones: dominar a Sabrina, y con ella, ser el amo de todo Ingra.

Pero Stefan sabía que la ayuda de Liam no sería suficiente, no contra un mago tan poderoso como Lug, capaz de ver el futuro y doblegarlo a su antojo. Lug era peligroso, más de lo que Stefan había imaginado en un principio, y para competir con sus habilidades, necesitaría un Adivinador. Stefan detestaba a los Adivinadores y sus vagas profecías que invariablemente predecían el fin del mundo en distintas y horrendas formas, pero debía admitir que con la profecía sobre la Reina de Obsidiana no se habían equivocado. Sabrina era la clave y eso era innegable. ¿Por qué, si no, habría aparecido en la escena alguien tan poderoso como Lug? ¿De dónde había salido este misterioso mago? Liam decía que venía de otro mundo llamado el Círculo, pero eso no era posible, no existían otros mundos, esas eran solo leyendas, como el mítico Arundel. No, lo que Liam llamaba otro mundo era tal vez otro continente, tierras más allá de los archipiélagos en el inmenso e inexplorado mar. No importaba, Lug estaba en Ingra ahora, e Ingra era el territorio de Stefan. Esto era una invasión, una declaración de guerra, y Lug estaba en desventaja, pues Stefan no estaba solo, sino que gobernaba un completo ejército de magos y espías que lo servirían bien en esta guerra. Era hora de movilizar a su gente, hora de actuar.

Stefan se volvió hacia el maltrecho Liam:

—Te felicito —le sonrió—. Haz dado un gran paso. Verás cómo ahora tu vida será un poco más fácil.

Stefan dio unas perentorias órdenes al guardia apostado afuera de la celda, y el hombre volvió más tarde con un cuenco humeante que entregó al mago. Stefan apoyó el cuenco sobre las piernas de Liam, quien suspiró con placer al sentir la tibieza en sus agarrotados miembros y el delicioso aroma de la sopa que contenía el recipiente. Stefan tomó la mano izquierda libre de Liam y le colocó en ella una cuchara de madera:

—Come, Liam —le dijo suavemente—. Te lo has ganado.

Con mucho esfuerzo, Liam metió la cuchara en la sopa e intentó llevársela a la boca, pero su brazo estaba demasiado débil y su mano izquierda era demasiado torpe y temblorosa para ese trabajo. Trató varias veces, pero no lograba que el contenido de la cuchara llegara a su boca sin derramarse de camino. Liam comenzó a llorar, desesperanzado.

—Orsi —chasqueó los dedos Stefan.

La trepidación de Liam se hizo tan intensa que casi se le cayó el cuenco de las piernas.

Orsi se sacó sus guantes de cuero y se acercó al prisionero, poniéndose en cuclillas delante de él.

—No... no... por favor, no —gimió Liam entre sollozos.

Orsi tomó el cuenco en sus manos y le quitó la cuchara de la mano, a la que Liam se aferraba con alma y vida. La crueldad de darle alimento para quitárselo antes de que siquiera pudiera probarlo era casi tan insoportable como la tortura física.

—Aliméntalo —ordenó el mago.

Liam paseó una mirada azorada entre el mago y el torturador, sin entender lo que estaba pasando. Cuando Orsi comenzó a darle la sopa en la boca, se largó a llorar de nuevo, esta vez, de alegría.

Stefan se retiró de la celda, dejando solo a Orsi con Liam. El prisionero hizo un esfuerzo por mantener a raya el miedo que le provocaba estar a solas con Orsi. Todas las veces que había estado en esta situación, el hosco torturador lo había llevado al horror más hondo imaginable, pero no en esta ocasión.

Con el correr de los minutos, Liam se dio cuenta de que no habría tortura esta vez y se permitió respirar con más calma y aflojar su tenso cuerpo, mientras disfrutaba del primer alimento que le habían dado en... ¿cuántos días? No lo sabía. No importaba. Aquella sopa aguada pero tibia le calentó el cuerpo y el alma, y eso era suficiente para llevar su agobiada existencia a un estado de éxtasis celestial.

Durante su magra comida, la atención de Liam se desvió por un momento a la mano derecha de Orsi. Vio que tenía una profunda cicatriz en forma de media luna en el dorso, que se extendía desde el nacimiento del dedo pulgar hasta el del dedo índice.

—No eres el primer prisionero que alimento —dijo Orsi con su voz rasposa al ver a Liam interesado en su cicatriz—. Algunos bastardos desagradecidos muerden. El que me hizo esto terminó con el cuello roto y la cuchara clavada en su garganta. Te lo digo por si se te están cruzando ese tipo de ideas por la cabeza.

Liam sacudió la cabeza en forma negativa, estremecido.

—Bien —aprobó Orsi, y siguió alimentándolo hasta terminar la sopa.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora