Parte III: BAJO INSTRUCCIÓN - CAPÍTULO 28

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CAPÍTULO 28

Calpar se dejó caer en la otra silla. Tenía el rostro pálido y las manos le temblaban:

—Oh, no... —murmuró—. Cruzaron sin mí... Eso no debía pasar —se agarró la cabeza.

—¿Qué tan malo es? —preguntó Felisa suavemente.

—Muy malo —respondió él con voz ronca.

—¿Para ti o para ellos?

—¿Tú qué crees? —le espetó él, enojado.

Siguió un largo silencio. Aparentemente, Dana no lo sabía todo. De ser así, nunca habría cruzado sin Calpar. Ahora todo estaba perdido, y el sacrificio involuntario de Liam había sido por nada.

—¿Puedes ir tras ellos? ¿Puedes cruzar el portal sin la gema? —inquirió Felisa.

—No —contestó él, abatido.

—¿A dónde cruzaron exactamente? —inquirió ella.

—Ah, ya veo —masculló él—. Ese era tu objetivo, ¿no? Eso es lo que viniste a averiguar.

—¡De acuerdo! ¡No me lo digas! ¡No me interesa! —le gritó ella, simulando estar ofendida y cruzando los brazos enfurruñada.

Otro largo silencio. Felisa se dio cuenta de que estaba usando la táctica equivocada:

—Dime cómo puedo ayudarte —se ofreció con sinceridad.

—¿Ayudarme? Tú no puedes ayudarme en nada, Felisa —meneó la cabeza él.

—Entiendo —dijo ella, poniéndose de pie—. Te preguntaría qué vas a hacer ahora, pero sé que prefieres no revelarme eso tampoco.

—Da igual, porque en realidad no sé qué hacer —se encogió de hombros él con la mirada en el piso.

—¿Quieres escuchar una idea? —intentó ella.

Él levantó la cabeza, momentáneamente esperanzado.

—Como lo veo, creo que Lug es el único que puede arreglar este desastre —dijo ella.

—¿Ir a Sansovino? ¿Interferir con su parte del plan? —inquirió Calpar—. Eso podría ser peor que lo que ya ha pasado.

—No —lo contradijo ella—, lo peor sería que te quedes aquí de brazos cruzados.

Calpar suspiró, tal vez ella tenía razón.

—Hay otra cosa que debes saber —siguió ella—. Es sobre Liam. La última sesión... bueno, fue la última.

—¿Qué quieres decir? ¿Está muerto? —preguntó Calpar, alarmado.

—No, peor, está quebrado. De ahora en más, dirá y hará todo lo que Stefan le pida sin que él lo someta a más sesiones, sin que siquiera le toque un pelo. Liam es ahora un aliado de Stefan. Es posible que no sepa nada del plan, pero de seguro sabe otras cosas útiles que pueden dañar la posición de Lug, de Sabrina, de todos ustedes.

—¿Dónde lo tiene Stefan?

—En un lugar inexpugnable e indetectable: la Torre Negra. Las pocas veces que he estado allí, me llevaron y me sacaron con los ojos y los oídos tapados. Solo sé que es un lugar frío e inhóspito, probablemente enclavado en alguna montaña perdida de Ingra. Mis intentos de encontrarla por medios mágicos siempre han fallado. La Torre Negra está bien protegida por medios naturales y sobrenaturales.

—Tenemos que sacarlo de allí —dijo Calpar—, cuanto antes.

—¿No escuchaste nada de lo que te dije? —protestó ella.

—Escuché perfectamente que has estado allí —le retrucó él—, y si mi conocimiento sobre ti no es errado, sé que cuando no puedes penetrar un lugar, tratas entonces de penetrar a las personas de ese lugar.

—¿Qué estás sugiriendo?

—Sabes muy bien lo que estoy sugiriendo. Mi cama no es la única dónde has estado.

Ella le dio una fuerte bofetada.

—¿Crees que puedo caer tan bajo? —le gritó ella, ofendida.

Él no le contestó, pues si lo hacía con sinceridad, solo recibiría otra bofetada.

—Creo que mejor me voy —amagó ella a acercarse a la puerta. Calpar no la detuvo—. Adiós, Myr.

—Adiós, Felisa —le respondió él sin inmutarse.

Cuando ella apoyó la mano en el picaporte, él la llamó por última vez:

—Felisa...

Ella se volvió hacia él con el ceño fruncido:

—¿Qué?

—Si logras sacar a Liam de la Torre Negra, consideraré tu membresía en mi "facción".

—Si fuera a ayudar a Liam, lo cual no creo posible —le espetó ella—, no lo haría por ti ni por tu estúpida facción que hace agua por todos lados, lo haría porque sé que soy responsable en parte por su sufrimiento y le debo al menos eso.

—Entiendo —asintió Calpar—. Es bueno saber que aún tienes una conciencia.

—Buena suerte con tu plan descarrilado —abrió la puerta para irse.

—Gracias.

—El Tambor de Racuna —dijo ella.

—¿Qué?

—El nombre de la posada de Sansovino donde están alojados Lug y Bernard, o mejor dicho Cormac.

—Gracias —volvió a decir Calpar.

Ella salió de la habitación y azotó la puerta tras de sí: todavía estaba enojada porque Myr la consideraba una prostituta y no se había disculpado. Pero lo cierto era que tal disculpa no correspondía del todo. Felisa había usado el sexo muchas veces para lograr sus objetivos.

Cuando iba bajando la precaria escalera de la granja, escuchó la puerta del altillo abrirse, y la voz de Myr le gritó:

—Arundel.

—¿Qué? —inquirió ella, deteniéndose en el medio de la escalera.

—El lugar a donde cruzó Dana con Sabrina por el portal —dijo Calpar.

—Gracias —hizo ella una inclinación de cabeza.

De inmediato, le volvió la espalda a Myr para que él no viera la enorme sonrisa en su rostro, y siguió bajando la escalera, apresurándose a abandonar la granja y el abúlico pueblo de Imala.

Arundel. ¡Lo sabía! ¡Sabía que el mítico pueblo de los druidas existía! ¡Sabía que no era solo una leyenda! Si Sabrina estaba conectada con Arundel, Stefan no tenía idea de en qué se había metido.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora