Parte IV: BAJO INFLUENCIA - CAPÍTULO 54

102 12 0
                                    

CAPÍTULO 54

Al despertar, Liam dio un grito, apoyó el codo del brazo sano en el piso y trató de alejarse. La enorme sombra de Orsi estaba inclinada sobre él y tenía un filoso puñal en su mano.

—Tranquilo —le dijo el verdugo, apoyando una de sus rodillas sobre las piernas de Liam para inmovilizarlo—. Si quisiera matarte, no me habría tomado el trabajo de traerte hasta aquí y alimentarte, ¿no?

La adrenalina del susto no le permitió a Liam seguir el razonamiento de Orsi, y solo atinó a seguir gritando, contorsionándose furiosamente bajo el peso del hombretón sobre sus piernas. Orsi no se inmutó ante el terror de Liam, solo suspiró con resignación y cortó las correas de cuero que le ataban los pies. Liam tardó un rato en calmarse y entender que Orsi lo estaba liberando.

—Hora de seguir camino —dijo Orsi, ayudando a Liam a ponerse de pie y acomodándole el manto alrededor de su espalda.

Agarrándose de las paredes de la cueva, Liam caminó vacilante hasta la entrada de la cueva, siguiendo a Orsi.

—Con cuidado —le advirtió Orsi—. El camino es peligroso.

Cuando Liam salió de la cueva, un frío intenso lo caló hasta los huesos. La ventisca había cesado y el cielo estaba límpido y tranquilo, iluminado por el sol. Pero el calor del sol no era suficiente para derretir la nieve del gélido sendero.

—Oh —dijo Liam, echándose hacia atrás para pegarse a la montaña, mareado y nauseoso.

Su reacción se debía a que el sendero era en realidad una cornisa de no más de cincuenta centímetros en la alta montaña y Liam había mirado sin querer hacia abajo, al profundo abismo sin fin.

—Vamos —lo tironeó Orsi del brazo, pero Liam se asió firmemente a una saliente de roca y negó con la cabeza—. No tenemos tiempo para esperar a que se te pase el miedo a las alturas. Vamos —insistió Orsi.

Liam no se movió.

—No quiero noquearte de nuevo, no puedo arrastrarte inconsciente en esta parte —dijo el verdugo.

Liam no reaccionó.

—Bueno, si prefieres quedarte aquí, hazlo —suspiró Orsi, dándole la espalda y comenzando el descenso solo—. La muerte por hipotermia no es agradable.

—Orsi... —lo llamó con voz ronca Liam al ver que el verdugo no estaba bromeando acerca de sus intenciones de abandonarlo a su suerte.

Orsi se volvió hacia él.

—Ayúdame —le pidió Liam, extendiendo temblorosamente su brazo sano.

El verdugo le tomó el brazo y lo ayudó a caminar por el resbaladizo sendero.

El descenso era lento y tortuoso, especialmente porque Liam no estaba bien y cada paso era un doloroso suplicio. Si no hubiese sido por el verdugo que lo tironeaba sin cesar y lo sostenía de la cintura para que no se desplomara, Liam habría caído en el sendero y habría perecido hecho un ovillo en la nieve, o peor, se habría resbalado, cayendo al vacío.

Como si el camino no fuera lo suficientemente peligroso en sí, un viento helado comenzó a soplar desde la cima de las montañas, obligándolos a pegarse a la pared de roca y a avanzar de costado para no ofrecer resistencia al viento que trataba de arrancarlos de la cornisa como si quisiera deshacerse de dos intrusos indeseables en sus incontestables dominios.

Orsi se detuvo un momento. Liam pensó que era para descansar, pero no. El verdugo desenganchó un rollo de cuerda que llevaba colgado, cruzando su pecho, tomó uno de los extremos de la soga y lo ató a la cintura de Liam, amarrando el otro a la suya. Liam sabía que era una precaución de seguridad por si alguno de los dos caía por el abismo, pero más que salvarlos, era seguro que uno de ellos arrastraría al otro sin remedio al precipicio, y seguramente, sería Liam el que caería primero, llevándolos a la muerte a los dos.

—¿Estás seguro de esto? —cuestionó Liam al verdugo.

—Vamos —lo animó el otro a continuar sin contestar a la pregunta.

Liam suspiró y siguió moviéndose con gran esfuerzo. Sus piernas apenas lo sostenían y varias veces, creyó que se desmayaría de un momento a otro, pero milagrosamente, logró mantenerse en pie, apoyado sobre la montaña, arrastrando sus pasos afanosamente.

El momento fatal que Liam venía temiendo desde hacía un buen rato se presentó de improviso. Tal vez fue una saliente en el sendero, cubierta de hielo resbaladizo, o tal vez fue solo el deterioro del estado físico de Liam que ya no le permitía estar lo suficientemente alerta acerca de dónde ponía sus pies. Lo cierto es que trastabilló, se torció el pie y cayó de rodillas, con tan mala suerte que el impacto de una de sus piernas quebró una parte del sendero que era solo hielo y Liam cayó al vacío, dando manotazos desesperados para asirse a algo. La cuerda se tensó en su cintura, apretando su estómago hasta casi dejarlo sin respiración. Tratando de sobreponerse al choque de la caída, Liam se dio cuenta de que no estaba cayendo, sino que se balanceaba como un péndulo, sostenido por la soga. Miró hacia arriba y vio a Orsi, gruñendo y sudando, agarrado apenas de una saliente en la roca, luchando por sostener con sus brazos el peso de su cuerpo y el de Liam que colgaba del de él.

Liam vio que Orsi soltaba una de sus manos de la saliente y la llevaba a su cintura. Con horror, vio que sacaba el puñal de su cinto:

—Orsi... no... por favor... —le rogó, pensando que el verdugo había decidido cortar la soga para liberarse de él y poder subir otra vez a la cornisa.

Orsi no se dignó a contestarle ni a darle explicaciones sobre sus intenciones. Sacando de sus últimas fuerzas, el verdugo dio un grito y extendió la mano con el puñal hacia arriba, clavándolo con furia en el hielo hasta el mango. Luego lo usó para izarse hasta la cornisa. Logró apoyar un codo firmemente en el sendero y trepó hasta lograr apoyar una de sus rodillas. Desde ahí, no le fue difícil terminar de encaramarse a la cornisa. Descansó por un momento, jadeando, tirado boca arriba en la nieve. Luego, trabó uno de sus pies entre dos rocas firmes y rodó hasta quedar boca abajo, asomando la cabeza hacia el precipicio:

—Quédate quieto, no trates de ayudar —instruyó a Liam.

Liam asintió. Con gran esfuerzo, el verdugo comenzó a recoger la soga, izando a Liam lentamente.

—Trata de sostenerte del puñal. Eso es —aprobó Orsi al ver que Liam se agarraba con alma y vida del mango del puñal, impulsándose hacia arriba.

Finalmente, Orsi logró tomar el brazo de Liam y lo tironeó hasta arriba. Los dos estuvieron sentados por un rato con la espalda pegada a la pared de roca, tratando de recuperar el resuello.

—Gracias —jadeó Liam casi sin voz.

Orsi solo asintió con la cabeza. Tirado boca abajo, Orsi extendió su brazo por sobre el borde de la cornisa y forcejeó con el mango del puñal hasta liberarlo. Luego, lo volvió a envainar en su cinto.

—Ese puñal... es el mío, ¿no es así? —planteó Liam al reconocerlo.

—Ya no —respondió Orsi—. Es parte del pago.

—Desde luego —asintió Liam, interpretando que Orsi quería el puñal como pago por haberle salvado la vida.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora