Capítulo 17

106 27 75
                                    

―Ya debo irme, D. ¿Continuamos mañana?

Como respuesta, él me acerca a él, o, más bien, me tira sobre su cuerpo. Llevábamos dos horas jugando a las 10 preguntas, sólo que, en la versión de Jason, eran unas 100. Si alguno de los dos decidía no responder a alguna pregunta, debería aceptar hacer algo que el otro propusiera.

Era buena idea, en realidad. Ahora sé que Mark no era el único hermano que Jason tenía. La pequeña Nina, de 5 años, era la última de los Wallace. Su padre se había casado con otra mujer y, poco después, nació la perdición de mi chico desastre. La madre de la criatura los abandonó tras el primer cumpleaños de Nina. Al parecer, sólo buscaba dinero, y el divorcio era demasiado goloso para ella. La custodia ni siquiera la peleó, y, para fortuna de la familia Wallace, quedó a cargo de Joseph Wallace.

Sobre su madre no quiso decir nada, y eso le llevará a acompañarme a su lugar preferido de la ciudad (o del mundo, lo dejo a su gusto). Yo tampoco quise hablar de mi padre, puede que por eso él se mostrara reacio a hablarme de su progenitora.

Con respecto al tema amoroso, él me habló de sus 2 ex novias y de Regina, la cual ha sido su crush desde hace 2 años. Tuvieron algo a la semana de conocerse, y, por lo que me ha contado, deduzco que Regina le tiene como plan B si se queda más sola que la una. De hecho, tras ponerle los puntos sobre las íes, le confesó que lo quería, y ha estado llamándolo toda la tarde. Estoy segura de que sólo lo hace para joderme a mí.

Yo, por mi parte, le hablé de Troy, que ha sido el único novio que he tenido. Omitiendo el mundo en el que se mueve él, por supuesto. Simplemente le dije que cometí un grave error una noche, y la cagué tanto que me fui, a pesar de que él estaba dispuesto a perdonarme. No puedo hablarle mal de Troy. Simplemente no puedo.

Me he negado a contestar tantas de sus preguntas que prácticamente estaré dos semanas empleando mi tiempo libre en hacer lo que él diga, y no sé si estoy preparada para conocer a su padre y su hermana (que es lo último que ha demandado).

―Podría acompañarte al trabajo ―sugiere impulsándose para quedar sobre mí―. Vamos, dime dónde es.

―Esa pregunta ya la has hecho, y es la razón por la que te acompañaré a esa fiesta en la playa. Así que, ahora, calladito, que ya se ha acabado el juego.

―Vale, pero mañana tendrás que contarme, al menos, la historia de tus tatuajes ―dice intercalando sus palabras con besos húmedos en mi cuello―, esos que tienes tan bien escondidos ―añade en un susurro sobre mi oreja.

―Si estuvieran bien escondidos no los habrías visto, liante.

―Oh, ¿no te lo he dicho? ―pregunta extrañado mientras eleva su rostro para conectar su mirada con la mía―. Llevo toda la semana memorizando cada rincón de tu cuerpo ―intercala sus palabras con rápidos besos sobre mis labios―, cada lunar ―me besa de nuevo―, cada tatuaje ―vuelve a besarme, justo a la vez que yo sonrío― y cada punto débil.

―¿Punto débil? ―pregunto sin entender.

―Exacto.

Comienza a hacerme cosquillas y estoy segura de que mis carcajadas se escuchan por todo el edificio. Intento alejarlo de mí, pero, tras un breve forcejeo, acabamos en el suelo, y, lejos de quejarnos por el golpe, nos miramos y nos reímos con muchas más ganas.

Cuando conseguimos calmarnos, gira su cuerpo en dirección al mío, y yo hago lo propio respecto al suyo, para, así, quedar frente a frente.

―Kat, ¿puedo pedirte un favor? ―pregunta mientras coloca un mechón de pelo tras mi oreja.

―Lo que quieras ―murmuro sin darme cuenta.

―Déjame entrar ―susurra.

***

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora