Capítulo 31

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―¿Estás seguro de que no quieres quedarte con nosotros? ―pregunto a Troy por enésima vez.

―Creo que necesitáis estar solos en casa, Kat. Por vuestra comodidad y por la mía.

―Conmigo estará bien, Liv ―dice Liam―. Sabes que soy el más decente de todos.

Florence, Franco y Sky comienzan a protestar, Polly se ríe y Josh me dedica una sonrisa sincera. Tras dejar a Lorelai dormida en el coche, se acerca a mí mientras el resto discuten sobre el mejor lugar para que Troy se sienta como en casa.

―Todo esto es surrealista, ¿no te parece? ―murmura para que sólo yo lo escuche.

―Sí, pero en plan bien, ¿no crees? ―Josh asiente.

―Me gustaría quedar un día de estos para hablar tú y yo. A mí no me engañas, cremita. Sé que algo te pasa, te lo noto en la cara.

―Ya lo hablaremos, Josh. Necesito una noche sin preocuparme por nada.

―Sabes que me tienes para lo que necesites, ¿no?

―Lo sé, mi niño, lo sé ―Josh pasa un brazo sobre mis hombros y deja un beso en mi cabeza―. Gracias por ser el hermano que nunca tuve.

―Oh, mi chiquitina, que se pone sentimental ―dice achuchándome entre risas―. Eres un grano en el culo, como cualquier hermana pequeña, pero te quiero mucho. Siempre serás mi familia, cremita ―tras un último y largo abrazo y las protestas de los demás, quienes desean tumbarse ya en sus camas, cada uno se dirige a su coche o al de su acompañante. Leo y yo vamos en coches separados, ya que cada uno ha venido en el suyo, pero, una vez que aparcamos, subimos a casa cogidos de la mano.

―Hogar dulce hogar ―digo al entrar.

―Temía no volver a tenerte aquí esta noche ―confiesa Leo.

―Te dije que lo tenía todo controlado ―digo tras entrar en la cocina.

―No me digas que no temías que las cosas salieran mal, Kat. Esa gente no es de fiar.

―Es cierto ―respondo tras beber un vaso de agua―, pero hay que ser optimistas, al menos de vez en cuando.

―¿Quieres hablar o prefieres esperar a mañana? ―pregunta rodeándome con su brazos.

―Debemos hablar, pero prefiero hacer otras cosas esta noche ―digo cogiendo su camiseta y atrayéndolo a mí para, posteriormente, besarlo. Lo beso como si llevara años sin besar a nadie, a pesar de haberlo besado hace apenas dos horas. En el momento en el que su lengua se mueve ferozmente por mi boca, un gemido involuntario se me escapa sin permiso.

Leo me eleva para sentarme en la encimera sin apartar su boca de la mía. Cuando yo le quito la camiseta, comienza a devorar mi cuello. Sus besos y mordiscos van bajando hasta llegar a mis pechos. Es entonces cuando decide quitar mi top y mi sujetador para centrar su boca en uno de mis pezones mientras acaricia y pellizca el otro. Echo la cabeza hacia atrás sin poder controlar la excitación. Quería tanto esto que no puedo creer que esté pasando.

―Leo ―gimo en un susurro.

Él se aparta para volver a mi boca, bajándome de nuevo y juntándose todo lo posible a mí. Sin despegar sus labios de los míos, moviéndose ambos en una perfecta sincronía, desliza una de sus manos por dentro de mis leggins y dirige las yemas de sus dedos a mi entrada, apartando sin ninguna delicadeza la tela que las separan de su objetivo.

―Joder, Kat, estás tan preparada ―dice con voz ronca sobre mi boca.

―Siempre lo estoy para ti ―digo llevando una mano al bulto en sus pantalones―. Quítatelos.

La chica nuevaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum