Capítulo 26

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Leo se encuentra preparándome una tila. Me he pasado la tarde del domingo en el club con Polly, Troy y los demás. El viernes por la tarde, Troy deberá entregarse con los diez mil dólares (el doble de lo que debe) y, de esa manera, mi destino y el del resto de trabajadores del DreamClub quedará fuera del alcance de la gente del Golden. El de Troy, sin embargo, será suyo. Y todos tienen asumido que su castigo será la muerte. La entrega del dinero más intereses, sin embargo, lo eximen de cualquier tipo de tortura previa. Todos parecen estar de acuerdo, incluido Troy.

Pero yo no.

Ni lo estoy, ni lo voy a estar.

Esto, por supuesto, no lo he dicho, ya que no quiero que me vigilen ni me retengan en contra de mi voluntad. Sé que serían capaces.

Volviendo a Leo, está intentando tranquilizarme, ya que llevo una hora en su ático dúplex (en el cual vuelvo a vivir) y mi ataque de pánico no parece disminuir. La tila es el último recurso antes de chutarme algún medicamento.

―Tómatela entera, te vendrá bien ―posa la taza en la mesa del salón, cerca del sofá donde me encuentro tapada con una manta.

Tras unos minutos mirándola, pero sin verla, decido cogerla y llevármela a los labios para beber su contenido. Leo se mantiene a mi lado, atento a mis movimientos. La cara de susto no se le ha pasado. Supongo que me veo horrible, llevo llorando desde que Troy me contó sus intenciones.

―¿Dónde se quedará Troy estos días? ―pregunta titubeante.

―Franco vive solo y apartado, se quedará con él ―respondo tras un buen sorbo.

―He pensado que si quieres... Bueno, creí que te apetecería estar con él estos días. Aquí hay sitio de sobra para los tres. A mí no me importaría, de verdad.

Me giro para mirarlo. Diría que no me puedo creer lo que está proponiendo, pero claro que lo hago. Cualquier persona que quiere a otra de manera romántica querría evitar que su amada pasara tiempo con su ex, especialmente cuando aún hay sentimientos de por medio. Pero Leo no. Leo quiere mi felicidad y mi estabilidad mental, y sabe que estos días querré aprovecharlos con Troy.

Lo que él piensa es que aún estoy enamorada de él. Si no hubiera tenido nada con nadie desde nuestra ruptura, probablemente esto seguiría siendo así. El caso es que Leo me dio el cariño que necesitaba elevado al cubo. Me dio las distracciones necesarias para no pensar en Troy mis primeras semanas aquí.

Conocer a Josh y trabajar con él, por otro lado, me dio una alegría que hacía años que no sentía. Me aportó esa amistad sincera y sana que perdí el día que Patrick y yo perdimos el contacto. Sofía siempre fue buena amiga, pero en cuanto empecé con Troy y ella con James, nuestras salidas solas se fueron reduciendo progresivamente hasta convertirse en nulas. No porque ellos nos lo prohibieran, ni mucho menos, pero dos adolescentes enamoradas aprovechan para estar con sus chicos, sin atender a razones.

Jason logró que me olvidara de Troy. No que dejara de quererlo, porque a Troy, aún sin saber todo lo que hay, siempre iba a amarlo, y eso lo tenía claro. Pero Jason me devolvió esa pizca de amor adolescente que necesitaba para recordarme que tengo sólo dieciocho años, una vida por delante y mil ocasiones para equivocarme. Es por eso que con Leo no me atrevía a nada serio, ¿qué puedo aportarle yo? Jason es de mi edad, bueno, un año mayor, pero es lo mismo.

La pena es que Jason la ha jodido. La ha jodido porque he tenido que verlo besándose con otra para darme cuenta de que lo quiero mucho, pero nunca me enamoraría de él. Y esto no es problema suyo, sino mío. Es mi problema porque cuando conoces a una persona como Leo, puedes alejarte y fingir que no sientes lo mismo. Puedes repetirte lo poco que eres para él y salir con otros chicos, pero ya estás jodida. Estás jodida porque no te vas a sentir tan protegida con nadie más. No vas a encontrarte en casa al mirar otros ojos. No vas a querer vivir en una maldita ciudad en la que no viva él. Porque cuando te quieren incondicionalmente, lo tienes todo. Cuando te besan como él me besó la primera vez, te derrites. Cuando te tocan como sus manos expertas lo hacen, sólo quieres perderte en esas sensaciones.

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora