Capítulo 20

90 26 108
                                    

―Te está quedando bonito.

William se aproxima a mi cuadro, admirando mi obra maestra. O mi intento de pintura aceptable.

―Gracias, Will ―le sonrío sincera.

―Estaba preocupado por ti.

Me giro hacia él, casi harta de esa frase. Josh y Leo me han echado la bronca unas 100 veces cada uno a lo largo de la mañana por no dar señales de vida tras la carrera de anoche. Leo porque se lo había contado, y Josh porque el primero era un chivato. Ya he descubierto un defecto suyo.

―Te lo agradezco, pero no había de qué preocuparse ―niego―. Ganamos, ¿no? ¿De qué tendrías que preocuparte?

Él parece nervioso. Mueve constantemente su cabeza, alternando su mirada entre el resto de la clase y yo, como queriendo asegurarse de que nadie nos presta atención.

―Tengo algo que decirte.

Justo cuando voy a instarle para que continúe, Jason y Mark aparecen por la puerta y me llaman.

―Las clases acabaron hace media hora, olvidadiza ―anuncia Jason alzando la voz.

Es cierto, ya debería haber salido, pero me relaja pintar, algo que he descubierto recientemente.

―Voy en un rato, ¿vale? Quiero terminar esto ―respondo señalando el lienzo.

Jason posa su mirada en Will, el cual evita la suya deliberadamente.

―¿Qué tenías que decirme? ―pregunto en voz baja para que sólo él me escuche.

―Nada, era una tontería ―responde cuando los hermanos Wallace desaparecen de nuestro campo visual.

―¿Estás seguro? ―insisto.

Él se limita a asentir, pero no lo creo. Todo él se delata con su nerviosismo, con su... ¿miedo? Temo que lo tengan amenazado, aunque Scorpion ya no esté. Quizá han asociado su "desaparición" con él, cuando no tiene nada que ver. Me siento culpable.

―Puedes contar conmigo, William ―le aseguro posando una mano sobre su hombro.

Tomándome por sorpresa, Will me abraza. Yo le devuelvo el abrazo, porque creo que lo necesita.

―Te están vigilando ―me susurra―. Ten mucho cuidado.

Sin darme tiempo a preguntar, rompe el abrazo y se aleja corriendo.

¿Debería preocuparme?

―Kat ―vuelve a asomarse Jason―, quedamos en comer juntos. ¿Has cambiado de opinión?

―No ―respondo―, sólo tengo que recoger y lavarme las manos.

Sin perder tiempo, dejo todo ordenado y limpio los restos de pintura que cubren mi piel. Cuando acabo, el chico desastre me acompaña a la salida.

―¿Qué quería el chico misterioso?

―Nada, sólo admiraba mi arte ―fanfarroneo.

―¿Tengo que llamarte M de modesta? ―se burla.

―Claro, así como yo debería llamarte C de celoso ―replico enarcando una ceja.

―¿Celoso? No he mostrado celos en mi vida ―replica totalmente a la defensiva, dándome inconscientemente la razón.

―Lo que tú digas, desastre ―zanjo alzándome de puntillas para besarlo.

Jason me lleva a la cafetería y pedimos un par de hamburguesas y patatas para compartir. Habíamos decidido sentarnos en una colina que no está muy lejos de aquí, y es donde nos dirigimos tras asegurarnos de comprar un par de latas de cerveza.

La chica nuevaWhere stories live. Discover now