Capítulo 1

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- ¡¡KAT, BAJA AHORA MISMO AQUÍ!! ── gritó Kate.

Dios mío, me duele la cabeza como si me fuera a estallar. Me levanto del suelo (¿por qué estoy en el suelo?) y voy al baño a darme una ducha rápida. Cuando entro en el baño, el espejo me devuelve mi imagen, y es ahí cuando entro en pánico. Tengo unos pelos de loca, sangre seca por debajo de mi nariz y las palmas rojas de mis manos indican que ha pasado algo muy, muy grave.

Kate me ha llamado desde abajo, por lo que ella está bien, así que puedo descartar que Solomon haya vuelto a pegarla. Pero, entonces, ¿qué ha pasado?

Sin pensármelo más veces me quito la ropa de anoche y me meto a la ducha. Al sentir el agua tibia sobre mi pelo comienzan a venirme recuerdos de la noche anterior. Mi fiesta de cumpleaños. Casa de James. "Yo nunca". James bebiendo y contando la vez que nos acostamos. Los lloros de Sofía. Oh, mi Sof, debe odiarme ahora mismo. Troy golpeando a James. Yo intentando evitarlo (ahí fue cuando salí golpeada). Troy perdiendo la cabeza al ver que James me dio un manotazo. James en el suelo. El charco de sangre alrededor de su cabeza. Dios mío, recuerdo tomarle el pulso y no encontrárselo. Dios mío, dios mío, dios mío.

Salgo de la ducha, me seco y me visto rápidamente con el primer pantalón y la primera camiseta que encuentro. Mientras bajo las escaleras le mando un montón de mensajes a Sofía, mi mejor amiga y novia de James. No responde a ninguno.

Cuando entro en la cocina, Kate me mira con los ojos llorosos. Solomon ni siquiera levanta su mirada de la mesa. En cuanto mis ojos marrones conectan con los ojos azules de Kate, ella comienza a hablarme en tono suave.

─ Kat, ha llamado la policía. ── Hace una pausa esperando a que yo diga algo ──. Tu amigo James ha fallecido. Sofía llamó a la ambulancia anoche y no pudieron hacer nada por él.

Ante mi silencio, Solomon decidió intervenir.

─ ¿Qué pasó anoche, Kat? ── Pregunta mirándome acusatoriamente ──.

─ Fue un accidente. ── Respondo sin mirarle a los ojos ──.

─ Cuéntame todo lo que pasó. Ahora.

─ Troy se enteró de que James y yo nos hemos acostado. Se enteraron todos, de hecho. Y James disfrutaba hablando sobre cómo soy en la cama.

Y fue ahí cuando levanté mi mirada mientras las lágrimas salían de mis ojos desenfrenadas.

─ Quiero que cojas tus cosas y te vayas de esta casa. Ya has cumplido 18 años. Ya no te debemos nada. ── Continuó Solomon ──. Tienes una hora.

─ Solomon, por favor, no puedes echarla de casa, ¿dónde va a ir? ── Intervino Kate ──. Por favor, es nuestra niña.

─ No es hija nuestra, y lo sabes bien. Ha estado aquí un año después de que el resto de familias de acogida en las que ha estado la echaran por su comportamiento. Ya es mayor de edad, ya no tenemos obligación de darle un techo.

Kate iba a volver a salir en mi defensa, pero yo no estaba dispuesta a correr el riesgo de que volviera a levantarle la mano como la última vez.

─ No pasa nada, Kate. Es lo mejor. De hecho, ya tenía en mente irme cuando cumpliera los 18. No os preocupéis por mí.

─ Yo no me preocupo. ── Sentenció Solomon ──.

Le di una leve sonrisa a Kate y subí a recoger mis cosas.

Media hora después, salí con mi maleta y mi bolso por la puerta, no sin antes darle un abrazo a Kate, el cual aprovechó para meterme un sobre con dinero en el bolso sin que su marido se diese cuenta.

Me dirigí a casa de Sofía. Seguro que no me abría la puerta, ya que acababa de enterarse de que su novio y su mejor amiga se habían acostado y, por si fuera poco, su novio había fallecido por culpa de esa revelación. Joder, no abrirme la puerta era lo más amable que podía hacer.

Su casa estaba a dos manzanas de la mía, o, bueno, de la de Kate, por lo que no tardé en llegar. Cuando estaba a punto de tocar el timbre, la puerta se abrió de par en par, revelando a una Sofía destrozada y vestida de luto.

En cuanto me vio, corrió a abrazarme, y en ese momento rompí a llorar. Tras cinco minutos de reloj sin soltarnos, me dijo que estaba enfadada conmigo, pero que no me culpaba de la muerte de James. En cuanto vio mi maleta, se recompuso como pudo y me dijo que me deseaba mucha suerte, pero que en su casa no podía quedarme, al menos no en unos meses, mientras pasaba el duelo de su James.

Tras una breve despedida, decidí que sería mejor no llamar a Troy, ya que cuando anoche me dejó en casa me dijo que ya me contactaría él, que ahora debía alejarse, por lo que comencé a caminar sin rumbo fijo por las calles de Nashville.

(...)

Dos horas después, me encontraba en el aeropuerto con un billete de avión rumbo a Los Ángeles. ¿Cómo decidí esto? Fácil. Encontré en mi bolso la tarjeta que me había dado papá antes de morir por si necesitaba un lugar donde quedarme. Era el contacto de un tal Leonardo, un amigo suyo cuando estaba soltero y aún vivía en California. Así que sin pensármelo mucho lo llamé y le dije quién era, y me dijo que cogiera el primer avión a LA. Y aquí estaba yo, esperando para entrar al avión.

Una vez dentro, me puse mis auriculares y dejé que me transportaran a otro mundo, prometiéndome a mí misma que mi vida en Los Ángeles sería totalmente diferente a la que había llevado estos años. No más drogas, no más novios peligrosos, no más falsas amistades, no más fiestas, carreras y desmadre. Esta vez iba a ser una nueva Katrina.

O al menos esa era mi intención.

La chica nuevaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz