Fuego

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—Bonito departamento —elogió Carmen—. Lastima que te tardaras tanto en invitarme —agregó mientras tomaba asiento.

—No sabía si aceptarías —enuncie—. A veces actuas con mucha arrogancia.

Ja, ja, ja, sonrió ella a carcajadas.

—Es que ante la competencia, hay que parecer inaccesible...

—¿Competencia? —le interrogue.

—Albert... Si yo hubiese sido como las demás, ¿Te habrías fijado en mi?

—Mira, Carmen... —su teléfono me interrumpió.

—Es mi esposo —me avisó—. Deja le contestó. —me hizo señal de silencio con los dedos.

*****

—Mi amor —le dijo—, estoy muy ocupada en la oficina, ¿Me puedes llamar después?

El accedió.

*****

—Albert, ¿que no tienes vino aquí? —prácticamente me exigió.

—Por supuesto le dije —mientras veía como cruzaba las piernas y restaba un botón a su blusa.

—Tengo calor... ¿Puedo quitarme esto? —me preguntó.

—Si —acepte, al tiempo que servía las copas.

—Albert... —caminó hacia mí y cruzó sus manos por mi cuello—. No somos niños, sabes porque vine.

The end

De todoWhere stories live. Discover now