La confesión de Carlos.
—Dime, Carlos, ¿de qué querías hablar conmigo?
—Anna... —enunció—, el sol cae y la luna toma su lugar, pero no alcanza a iluminar por completo la noche. —Le miró con angustia—, y yo nunca dejo de extrañarte.
—Pero, Carlos, no te entiendo —replicó ella—. Explicate bien, tu sabes que puedes contar conmigo.
—Te amo, Anna.
Ella retrocedió unos pasos, y su rostro parecía no entenderlo.
—¿Tuviste que esperar a que me casara para decirlo? —Negó con la cabeza, tomó su bolso y se fue.