—¿Qué te pasa? ¿por qué esa reacción?
—Perdoname, James, la verdad es que no me lo esperaba —aseveró Anna—. Hace unos días me dijiste que no pensabas casarte nunca, que preferirías vivir libre y sin ataduras.
—Si, se que lo dije, pero siempre se puede cambiar —argumentó él—. Además... yo te amo y es lo único que importa.
Ella le contradijo con la cabeza.
—James... no es tan simple; desconoces el dolor que me causaron aquellas palabras —admitió—. Había dejado pasar muchas oportunidades por estar al lado tuyo, pero desde ese día todo cambió; James... acepté un trabajo en la embajada alemana, me voy en una semana y no pienso volver.
Él dio unos pasos atrás por la impresión, aguantando con las manos su cuerpo y dejándolo caer sobre el sofá.
—No puedes hacerme esto...
—¿Hacerte qué? tu solo piensas en ti —le increpó ella—. Y eso es lo que me alejó poco a poco; planeaba quedarme esta noche, pero mejor me voy a mi departamento, quiero que sepas que te quiero mucho, pase lo que pase.
