Los últimos deseos de la reina.

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En un castillo asediado, la reina ya cansada de tanto luchar, observaba desde la ventana de su alta torre. Ella y su ya muerto rey, lucharon durante años para detener a los bárbaros, pero finalmente fueron rodeados.

—Mi reina, le exhortó que se marche, ahora que aún puede.

—¿Y a donde iría? —le cuestionó. Ya estoy cansada... defenderé este castillo, será mi última batalla.

—Yo la acompañaré hasta el final, mi señora —expresó el capitán de su guardia personal.

—Lo se, nunca te apartaste de mi lado, aun cuando sabías que yo era inalcanzable para ti.

—Es mi deber servirle siempre, y es lo único que importa —manifestó.

—Recuerdo cuando todavía eras un niño —rememoró—. Me mirabas con admiración .

—Y lo sigo haciendo, mi reina —afirmó, mientras la observaba.

Las puertas de la fortaleza estaban a punto de caer, los soldados restantes la protegían, era cuestión de tiempo para que los bárbaros la traspasaran y asesinaran a la reina.

—Julius, ¿crees que aun soy hermosa? —preguntó la reina.

Ya era mujer de 53 años, pero se veía regia.

—Siempre lo ha sido, siempre lo será, su Majestad —expresó, arrodillado ante ella.

—Todavía recuerdo aquel día, tenías apenas dieciocho y yo cuarenta y tres. Cuando entraste a mi alcoba no pude dejarte ir —rememoró.

—Perdóneme, quizás fui imprudente, cuando escuche el jarrón romperse pensé que algo le había pasado —explicó, el joven caballero.

—No hay nada que perdonar, fue el resurgir de mi ya agotada existencia —afirmó—. Quiero que te quites esas armaduras —exigió, mientras lo veía fijamente.

El joven capitán obedeció, retirando la brillante armadura que protegía su cuerpo.

—La ropa también... —ordenó, mientras esperaba ansiosa, ver aquello que la hiciera tan feliz aquel día.

—¿Satisfecha mi Reina?

—La reina, dejaba escurrir sus hombros a través del vestido, cayendo este al suelo, y mostrando su desnudez—. Ahora te ordeno que me hagas tuya

—Como usted desee —asintió el joven.

La puerta principal del castillo ya había caído, y era cuestión de tiempo para que fueran hallados por los bárbaros.

—Espero me disculpe mi reina —dijo, tomándola por el pelo bruscamente y llevándola hasta su miembro.

La reina estaba sorprendida, no se esperaba esto, pero continuaba jugueteando con su lengua sobre aquello tan hermoso para ella, aquello con lo que tanto soñaba, y sufría en silencio.

El joven capitán la voltea, y penetra de espaldas, mientras esta se acomoda en una esquina de la cama.

—Eres tan diferente a ese maldito —expresó, mientras arqueaba sus cejas y mordía sus labios.

El joven y vigoroso capitán, la penetra cada vez más profundo y fuerte, provocando en su reina dolor, pero ella no le pide que se detenga, está extasiada, borracha, dispuesta a morir por esa espada de ser necesario.

El vuelve a voltearla, esta vez se mete entre sus piernas y sobre ella, azotándola con la cintura, firme y constantemente con su cintura, mientras su reina, perdida en el tiempo y espacio sin hacer más que gritar, y aferrarse al colchón, dejándose ir, liberando todo eso que había acumulado desde esa primera vez con su joven escolta, al tiempo que ambos eran atravesados por las espadas del enemigo, sobre la misma cama donde yacían.

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