Vilito

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Me recordaste ese día, cuando subí a la loma de Monte Plata en la sierra de Yamasá. Llegué cansado a la casa de Vilito, que estaba en la cima de un montículo, después de pasar el arroyo. El olor era espeluznante; insoportable. Entré a la vivienda y pude apreciar gusanos que salían de su habitación. Sospeché lo peor e intenté abrir la puerta, pero esta no cedía. Fui afuera, tomé un tronco y la golpeé hasta que la cerradura salió disparada con todo y un pedazo de la puerta corrompida, lo que desveló ante mi un horrible espectáculo. Un cuerpo oscurecido por la putrefacción, lleno de puntos blancos que se movían.

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