Otoño

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Jungkook entró ofuscado a aquel café, le faltaban apenas unas cuadras para llegar a su edificio residencial, pero la lluvia venía persiguiéndolo desde que había bajado del tren, y como siempre, no había llevado paraguas

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Jungkook entró ofuscado a aquel café, le faltaban apenas unas cuadras para llegar a su edificio residencial, pero la lluvia venía persiguiéndolo desde que había bajado del tren, y como siempre, no había llevado paraguas. El tráfico, los carteles luminosos y la gran cantidad de personas merodeando por la ciudad a paso apresurado habían hecho de su excursión al centro de Seúl en busca de materiales, otro intento fallido. El tercero, y todavía no conseguía tener todos los insumos necesarios para sus clases.

La ciudad era salvaje, enorme y bulliciosa. Él llevaba tres semanas allí y no había podido dar con una tienda que le proveyera de una sola vez todo lo que necesitaba, lo cual se convertía en una molestia real y gigantesca ahora que sus profesores ya comenzaban a enviar proyectos. Jungkook no tenía tiempo para vagar de un lado al otro, había tenido la enorme suerte de conseguir un empleo de medio tiempo para costear sus gastos y no vaciar sus ahorros, y no podía llegar tarde o seguir cambiando turnos solo por salir a perseguir pinceles y pinturas de calidad y a buen precio, cuando llevaba semana y media de contratado.

Así que necesitaba café, porque estaba mojado, malhumorado y sin materiales. Un café de vainilla y caramelo, y una rebanada de pastel de chocolate y crema blanca, y entonces tal vez podría devolverle la llamada a su preocupada madre que había hecho sonar su teléfono todo el camino sin que él pudiera contestar.

Ocupó una mesa cercana a la esquina y se deshizo de todo lo que llevaba encima, y cuando estuvieron depositando su orden sobre ella, él estaba captando por el rabillo del ojo un movimiento que se le hizo en suma familiar.

Y tuvo un segundo de confusión y estaticidad. Porque no había cabello rubio o de color alguno, había uno oscuro que se enrulaba un poco en las puntas. Pero estaban los lentes de marco cuadrado, esas manos delicadas que sostenían un libro y la lengua entre sus labios en una mueca de total concentración.

Jungkook tuvo que parpadear en repetidas ocasiones para asegurarse que su cabeza agotada y un poco decepcionada en esos días, no estaba jugándole alguna especie de broma malvada. Porque de todos los sitios en el mundo, no podía ser que él estuviese viendo a Kim Taehyung frente a sus ojos.

No podía ser, porque Kim Taehyung había sido parte del verano más memorable que había tenido en su vida, había sido parte de Busan y de ese viaje de festejo que sus amigos del pueblo pequeño al que pertenecía le habían organizado. Kim Taehyung había sido la persona más magnífica que había conocido jamás, y su sonrisa grande y cuadrada todavía le venía en sueños cuando estaba solo en su habitación y pensaba si había tomado las decisiones correctas al salir de su zona de confort.

Kim Taehyung, a quién había dejado atrás hacía dos meses. Kim Taehyung, aquel al que se obligaba a reprimir y olvidar, porque había sido bonito y fugaz, y era obvio que ellos no iban a poder tener algo porque sus vidas se habían cruzado solo de casualidad y de manera efímera.

Para Jungkook había sido totalmente suficiente, sin embargo. Nunca en su vida se había sentido tan conmovido, alocado y ridículamente feliz como cuando lo conoció. Y por eso era tan difícil sacárselo de la cabeza, por eso era tan difícil dejar de preguntarse con nostalgia si estaría bien, si llevaría bien la vida, si también pensaba en él de vez en cuando.

Jungkook sabía que era ridículo, porque los amores de verano siempre eran de esta forma, nunca estaban destinados a ir más allá. A menos que hubiese interés y ganas, y al parecer no las había aquí; porque él anotó su número en el libro de Taehyung y lo hizo prometer que escribiría. Pero eso nunca pasó.

Si era sincero y lo ponía desde una perspectiva coherente, Taehyung estaba siendo el sensato de los dos. Qué sentido iba a tener que se mantuvieran en contacto si él no era un asiduo de Busan y había ido a parar allí de casualidad, qué sentido tenía que hablaran y soñaran con volver a encontrarse cuando los dos tenían otras cosas por delante y sus vidas recién comenzaban como para complicarlas y cargarlas con algo así.

Pero ahora estaba allí, y leía frente a sus ojos. Se mordía la punta de la lengua y subrayaba en libro grueso con una concentración que le hacía fruncir un poco el ceño. Y el corazón de Jungkook estaba latiendo en todas direcciones porque obviamente esto era una señal, porque de todos los lugares del mundo, Taehyung estaba en la cafetería que él había marcado como predilecta en estas semanas de su nueva vida en Seúl.

Se sentía tan eufórico que le costaba un poco respirar, e incluso creía que, si no se tomaba un momento, lágrimas de impresión se le iban a escapar. Tuvo que parar de golpe el flujo de recuerdos que se agolpaban en su mente, y solo entonces pudo poner en marcha su cuerpo para acercarse a él.

—Parece totalmente absurdo pensar que, de todos los sitios, justo también estás aquí —Jungkook le dijo, y el chico levantó los ojos de forma distraída apenas dándose por aludido —Nunca escribiste, Kim Taehyung —dijo en broma, y le sonrió.

La impresión cruzó de forma inmediata el rostro del chico, le hizo abrir la boca y redondear sus ojos siempre finos y rasgados de forma esbelta. Se quedaron así por un segundo, y entonces Taehyung estaba viendo algo detrás de él.

—Ahora no, Jungkook —dijo murmurando entre dientes con una mueca de total seriedad —Otra vez será —le dijo, y dando un brinco recogió sus cosas y las lanzó dentro de su bolso en un solo movimiento.

Jungkook todavía estaba congelado por el tono tan impropio y el trato tan desapegado, cuando otra persona se materializó a su lado. Un chico bajito, labios pomposos y cabello de un plateado tornasol que lo miró de forma amable.

—¿Estás listo Tae? —le preguntó.

—Sí —asintió rápido él.

—¿Nos vamos entonces? —Taehyung volvió a asentir.

—Adiós —simplemente dijo antes de partir.

­—A-adiós —balbuceó Jungkook quedándose anclado al suelo.

­—¿Lo conoces? ­—pudo escuchar que el chico le preguntaba a Taehyung.

—No. Es nuevo en la universidad y quería un par de indicaciones —el chico hizo un sonido en entendimiento.

—¿Y me esperaste demasiado? —le preguntó de forma juguetona.

—Sí, empezaba a hacerme viejo —dijo, y el chico platinado soltó una carcajada musical.

­—¡No exageres! ¡Solo fueron diez minutos! —dijo abrazándolo apretado por la espalda y apoyándole su rostro en el hombro.

—Si creer eso te hace sentir mejor... ­—murmuró Taehyung.

La puerta se cerró detrás de ellos, y Jungkook todavía estaba intentando entender, intentando procesar qué acaba de pasar allí, qué significaba eso. Incluso después de que volviera a su sitio y bebiera de forma pausada unos sorbos de su café, todavía no era capaz de llegar a una respuesta coherente. Y se quedó allí por un largo rato, con el estómago cerrado y olvidando por completo llamar a su madre. Se quedó allí hasta que se le hizo tarde y tuvo que correr irremediablemente para llegar al trabajo.


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Como en aquel verano - Taekook (kookv)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora