Verano

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Jeon Jungkook estaba compuesto de gestos simples, eso era algo que Taehyung había descubierto apenas conocerlo. Por lo general, lo que hacía no era la gran cosa, la mayoría del tiempo eran acciones espontáneas que a él lo sorprendían con la guardia baja y que removían sentidos en su mente. Y sonreía, Jungkook sonreía porque era natural en él esa bondad luminosa que hacía a las personas sentirse a gusto a su lado. Jungkook era bueno para observar y para escuchar, y en perspectiva, eso no debería tener tanta importancia.

Ese había sido un gesto simple, muy muy simple, otro de los tantos. Llevaban un buen rato en el supermercado, preocupados por conseguir los ingredientes necesarios para una cena abundante, memorable, casera y elaborada. Mientras se separaban entre las góndolas y estanterías, revisando precios y calidad, consultando opciones cuando volvían a encontrarse, llenando su canasta entre conversaciones e historias sin demasiado contenido, Taehyung sintió el abrazo de lo cotidiano rodeando ese momento tan insignificante.

El silencio fue roto por esa canción antigua que se distribuyó por los altoparlantes del lugar, y hasta el momento, Taehyung no se había percatado de que había música sonando; pero él reconocería esa melodía en cualquier sitio. Hubo una sensación instantánea, que no supo identificar en un primer momento, serpenteando por su cuerpo, bailando mientras las notas sonaban y le invadían los oídos. Se sintió agridulce, como la mismísima canción que contaba sobre un corazón roto y el dolor del abandono, mientras el ritmo era alegre y rápido. No concordaba, pero Taehyung sabía bien que en el mundo había cosas que prevalecían aun a pesar de las contradicciones.

A su lado, Jungkook intentó reprimir una sonrisa secreta a la que solo él mismo le encontraba sentido. Y a Taehyung, que gran parte del tiempo vivía entre acciones medidas y silencios premeditados, esa capacidad suya siempre le resultaba curiosa y fascinante. Jungkook era alguien que no necesitaba demasiados motivos para sonreír, y para él eso era hasta un poco hipnótico. Sonreír porque sí, porque ¿Por qué no?

Los dedos del chico se deslizaron con cuidado y discreción sobre su mano, hasta que finalmente los de los dos estuvieron entrelazados, el corazón de Taehyung dio un brinco involuntario que no se comparó en absoluto a la voltereta violenta que experimentó cuando al cruzar al siguiente pasillo vacío, el chico lo hizo soltar la canasta y dar una vuelta. Y luego otra más, y otra y otra, y finalmente la última. Y cuando Taehyung lo observó curioso, sin entender el motivo de ese pequeño baile improvisado, Jungkook cantó dos líneas en voz baja para él, y le tocó la nariz antes de continuar como si nada hubiese sucedido.

Esa sensación provocada por un gesto tan simple persistió y creció, porque Jungkook no soltó su mano, el enlace juguetón se mantuvo mientras volvían a cambiar de pasillo y metían más cosas a la canasta, consultándose a base de miradas y gestos. Y Jungkook cerraba los ojos, cantaba bajito, balanceaba la cabeza y sus brazos juntos, y sonreía. Y esa canción que Taehyung reconocería en cualquier sitio, se sintió eterna.

Pero terminó, y también sus compras. Y por fin lo entendió. Era nostalgia. Esa sensación profunda y arrasadora que lo hacía feliz y triste en la misma medida, al mismo tiempo, era una nostalgia añorante que le invadía el cuerpo. Entonces pudo decirlo.

—Era la favorita de mi abue —dijo despacio, y los ojos de Jungkook solo necesitaron de eso para posarse en él con interés y atención —Si la canción sonaba en la radio, especialmente en la mañana, ella decía que ese sería un día de suerte. Un buen día.

—Mi mamá me enseñó a bailar con esa canción, cuando tenía trece y no había mucho que pudiésemos hacer, más que intentar ser felices con poco —Jungkook le contó también.

Después de decirlo, Taehyung casi pudo verla. Su abuela Suni, con un pasador anaranjado en el pelo que comenzaba a ponerse entrecano y la bondad pura en sus ojos, dándole vueltas cuando era pequeño y él se ponía de puntitas para girar hasta alcanzar su sonrisa y el cielo. Casi podía verla cantando con una cuchara de madera entre sus manos elegantes y arrugadas, con sus uñas limadas de forma redondeada, esas manos que preparaban el extracto de té y cualquier comida que a él se le antojase. Con su delantal amarillo de cuadros y su vestido azul oscuro que le volvía la piel un poco pálida. Y luego estaba él, de quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, levantándose del sofá, dejando de cortar verduras o de leer, para tomarle la cintura y darle vueltas, apoyando la barbilla en su hombro, respirando su perfume y sabiendo que todo estaría bien, que todo estaba bien. Más tarde, estaban todas esas veces que la canción había sonado en esa radio pequeña y desvencijada que le había llevado al hospital esperando quién sabe qué, solo con la esperanza de que no se sintiese tan sola en los ratos en los que él no podía quedarse. Esos días en los que Wheein y él hacían turnos, y él entraba después de haber ido a descansar un rato y la veía limando sus uñas con cuidado, mientras la canción sonaba y ella también le cantaba a su abuela. Y los dos subían el volumen, creyendo en ella a pesar de saber que nada iba a cambiar, que ella no iba a regresar.

Fue una realización, fue dimensionar por primera vez lo feliz que había sido con esa mujer que lo había protegido del mundo entero, fue darse cuenta de lo mucho que la extrañaba y de lo evidente que era su ausencia ahora. Fue notar que pensar en ella era como llenarse de luz desde dentro, porque a pesar de que ya no estaba, sus recuerdos seguían siendo los más bonitos.

Jungkook no dijo demasiado, respetó su silencio y su nostalgia, y entendió sin que tuviera que decírselo, que a veces era imposible no pensar en el pasado. Pero no soltó su mano, sus dedos siguieron enlazados y acariciándolo cada pocos pasos, mientras volvían a casa cargados de bolsas. Y se movieron acompasados en la cocina cuando Jungkook encendió la radio; llenando recipientes, asando carne en sartenes crepitantes, inundando el ambiente de especies, hablando de las cosas que comerían por el resto de sus vidas si tuviesen la oportunidad.

Los restos de la cena, las cervezas vacías y las rebanadas de ese pastel comprado a medio comer, la oyeron también. Y Taehyung no se sorprendió demasiado cuando Jungkook soltó los palillos y se paró, sonriéndole en una invitación a hacer lo mismo. Porque la canción volvía a aparecer en la radio aquel día, y él tenía el deseo y el derecho de bailarla hasta que le dolieran los pies. Y eso fue lo que hicieron esa noche.

Taehyung se aferró al cuello de Jungkook, y el chico lo tomó por la cintura de esa forma que empezaba a sentir tan necesaria. Giraron sin compás, y cuando terminó Jungkook la buscó otra vez y la repitió. No supo cuántas veces fueron, solo que estaba exhausto y abrumado, y que tal vez, necesitaba llorar un poco. Pero Jungkook estaba mirándolo con esos ojos brillantes y genuinos.

—Tal vez la abuela Suni esté diciéndote cosas —murmuró.

Tal vez sí, porque fue ese gesto simple y hasta un poco tonto, el que lo llevó a pensar que había momentos en la vida que parecían insignificantes, que terminaban por significarlo todo más tarde, y que nadie más que él era el responsable de atesorarlos como se debía.


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Como en aquel verano - Taekook (kookv)Where stories live. Discover now