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Es verano, es Busan. Y Jungkook conoce a Kim Taehyung, y tiene la certeza de que lo que lleva por dentro se siente, por primera vez, como amor genuino.
Pero el verano se acaba y la suya es otra de esas historias entre mile...
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Taehyung tenía dieciséis cuando comprendió que había algo entre él, Busan y la lluvia. En Daegu, la lluvia era detestable. Las calles, los edificios, y el ambiente en general se teñían de un deslavado gris; y a sus padres los embargaba un mal humor injustificado y constante. Cuando se movían en coche y llovía, su padre despotricaba contra el mundo, hacía sonar la bocina a todos los vehículos o personas que se cruzaran frente a él, y se impacientaba si demoraba apenas unos minutos de más en llegar al sitio que tenía planeado. Su madre detestaba el olor a humedad, la hacía fruncir la nariz y arrugar el entrecejo, tanto que Taehyung creía que se provocaba a sí misma dolor de cabeza. Si sus zapatos o ropa tenían restos de lodo por caminar entre los charcos para llegar a casa, o si su ropa se mojaba por olvidar cargar consigo un paraguas, su madre se limitaba a darle un escaneo completo e intenso, no había palabras de recibimiento, solo asco al repetirle que se cambiase de forma urgente antes de volver a aparecer frente a sus ojos.
En Busan, esa no era la primera vez que Taehyung volvía a su hogar empapado después de internarse bajo un aguacero. Y como tantas otras, esta también había sido a propósito.
Wheein y él habían tenido intenciones de internarse en la playa durante gran parte de la tarde, pidiéndole a su abuela que retrasase la cena para que al final del día, los tres pudiesen comer juntos. Todavía estaban sentados dentro del autobús cuando las nubes pesadas y renegridas se desparramaron por completo en el cielo, se instalaron y lo oscurecieron todo; y ellos dos le hicieron caso a su abuela solo porque sus dichos resonaban en la parte trasera de su cerebro de forma constante: la playa era peligrosa si había tormenta. Decidieron que era mejor pasear por las avenidas, rebuscar entre libros y cómics usados, comprar helado y caminar sin demasiado rumbo.
Cuando los truenos comenzaron a sonar, Taehyung sintió la ansiedad crepitante en su estómago porque, cuando el petricor y el mar se mezclaban, el aroma era delicioso. Él estaba seguro de que así olía la libertad, profundo, salino, salvaje; era inconfundible y el único lugar donde él podía olerlo. Solo era posible en Busan, donde los gotones de lluvia, espesa y caliente por el verano, limpiaban el paisaje volviendo todo más colorido y vivaz.
Eso era lo que su cerebro daba vueltas mientras su amiga hablaba, las veces que había leído descripciones sobre la lluvia y su magnificencia, pensaba en cómo ninguna de ellas se acercaba siquiera a lo que sucedía allí.
—Entonces ella dijo que no se visualizaba teniendo pareja, que no era algo que pensara como estrictamente necesario. Y de repente internet explotó ¿Sabes? Todos comenzaron a ver señales allí, comenzaron a analizar sus entrevistas y cada una de sus palabras. Y encontraron muchas ocasiones en las que se sintió incómoda o corrigió a los presentadores, pero también sacaron muchas cosas de su contexto. Al final creo que no debería importar tanto, es bueno buscar representación, pero también deberían respetar su privacidad y si ella es... —la voz de su amiga se perdió otra vez cuando él volvió a hundirse en sus pensamientos.
Wheein llevaba hablando del mismo tema por casi una semana, y a Taehyung le encantaba escucharla, le encantaba saber que finalmente entendía un poco mejor quién era ella y por qué era diferente a los demás, después de informarse y pensar muchísimo había podido darle un nombre al asunto y eso le había traído alivio. Era tierno, ahora que entendía su asexualidad no paraba de militar por la causa, de hablar desde los datos y de defender su lugar. Y eso a Taehyung le parecía magnifico, salvo cuando contaba la misma historia más de dos veces. Su concentración lo abandonó mientras esperaban bajo la parada de autobús, por un retorno adelantado.