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Es verano, es Busan. Y Jungkook conoce a Kim Taehyung, y tiene la certeza de que lo que lleva por dentro se siente, por primera vez, como amor genuino.
Pero el verano se acaba y la suya es otra de esas historias entre mile...
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A Jungkook no le habían hecho falta los detalles, desde que escuchó sobre la enfermedad y las condiciones de la muerte de Suni, lo supo. Lo supo antes de saber ese otro fragmento de la historia, ese que lastimaba y volvía en extremo vulnerable a Taehyung, ese que lo llenaba de miedos y dudas y que también lo había perjudicado a él. Lo supo por sus ojos y su sonrisa, y por la forma en la que sus gestos siempre querían decir algo más que aquello que sus palabras afirmaban. Taehyung está lleno de batallas. Estaba luchando cuando lo conoció, y desde entonces nunca lo vio parar, solo enfrentarse a vacíos más profundos y montañas más altas que hicieron que la voluntad bajara y subiera; pero esa pelea silenciosa siempre había estado allí, incluso sin que Taehyung tuviese idea de ello.
Fue solo eso lo que tuvo que comprender para unir las piezas y dejar el enojo, el dolor y el reproche atrás. Porque Jungkook sabe lo que es luchar contra los fantasmas que amenazan con arruinarlo todo, porque conoce el sabor de la desolación y porque el recuerdo de su madre aferrada a su hermano bebé consumida por el miedo está marcado a fuego en su mente. Porque trabajar desde los catorce años para ayudarla había sido su realidad, pero también es consciente de que no es lo normal; porque tuvo que postergar el único sueño que se había repetido en su cabeza año tras año. En su vida, esos fantasmas no se desvanecieron solos, fue su madre dispuesta a todo a través de las lágrimas y el abandono quien los dejó ir y los liberó. Porque tuvo solo una oportunidad para recuperar ese sueño cuando finalmente sucedió, y no le importó nada más que sortear los obstáculos a contrarreloj para comenzar a cumplirlo. Entonces lo entiende, sin más.
En su amor, en cambio, en esa relación que se dio naturalmente y creció de forma desmedida, ninguno de los dos tuvo que luchar. Porque fue la playa, la sal, las conversaciones fáciles, las miradas al atardecer y bajo la lluvia, y esos votos de confianza que no fue necesario verbalizar. Tal vez fueron las fotografías, las flores, las risas, o lo que sucedió luego de que tuvieran que despedirse un verano atrás, quizás fue ese encuentro repentino en otoño que ninguno de los dos esperaba y que lo cambió todo, lo que le hacía pensar a Taehyung que le debía esos detalles, las pruebas de su lucha.
—Te amo —Jungkook le susurra a esos ojos brillosos e inocentes que lo buscan perdidos mientras las caricias recorren los cuerpos de ambos, mientras los besos marcan el camino del ardor y la adoración.
—Te amo hasta el fin del universo, en verdad —Taehyung balbucea sin aire mientras hacen el amor y cuando se ríe, Jungkook se contagia de él, y la efervescencia y la ternura se suman al placer para hacerlo perfecto.
Mientras adecenta la cama, mientras se arrastran hasta el baño para una ducha rápida que se convierte en una sesión de besos perezosos, mientras seca con cuidado las gotas de agua en el cuerpo ajeno y aprovecha a besarle el ombligo y los muslos al ayudarlo a vestirse para dormir, Jungkook sabe que esto fue lo visualizó, esperó y anheló que hubiera después del verano. Es eso, pero es cien veces mejor, porque ahora no hay mentiras, apuros o impedimentos.
