Lo que esconde el pasado

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Eris daba vueltas y vueltas en el salón jugando con sus manos nerviosa, Severus y Victoire no podían culparla, pues se sentían de la misma manera que ella, aunque era verdad que los gritos de Elena eran suficiente como para ponerle los pelos de punta al pelinegro, y ahora la caminata en círculos de su madre empezaba a alterarlo, hasta que por fin las suplicas de los tres magos fueron escuchadas y los gritos de agonía cesaron. Lo que, al contrario de lo que pensó Snape, no logró calmarlos, ya que no sabían si esto era algo bueno.

Victoire volteó a verlo con los ojos abiertos como platos, dejándolo apreciar las lagrimas que en ellos contenía, abrió la boca para hacer la pregunta que ninguno de ellos se atrevía a realizar, pero fue en vano, ya que ningún sonido salió de ella. 

Eris sollozó, llevando una mano a su pecho y otra a su boca, no podía haber muerto, su pequeña niña no podía estar muerta, no lo quería. A pesar de no estar segura de lo que había pasado, sentía como su corazón era estrujado lenta y fuertemente por el dolor y el suspenso, cuando una lágrima se deslizó por su mejilla no se lo pensó dos veces y se dirigió a las escaleras, pero en seguida se detuvo cuando vio a Bellatrix salir del sótano notablemente molesta.

Fue entonces que una sonrisa se dibujó inconscientemente en su rostro, ya que sólo había una razón por la que Lestrange podía estar tan molesta, no fue difícil adivinarlo: Voldemort no le había permitido matar a Elena. Por lo que soltó un suspiro de alivio, llamando la atención de la mortífaga.

--No cantes victoria tan rápido, Yaxley, porque si yo fuera tú, no me acostumbraría a la presencia de tu hija, al menos no viva-- dijo sonriendo de manera burlona, y Eris apretó su mandíbula fuertemente para controlar sus deseos de hacerla volar hasta el otro lado de la estancia, apretando el agarre a su varita estando a punto de contraatacar, pero sus planes se vieron interrumpidos cuando la puerta se abrió otra vez, y de esta salió el señor tenebroso.

Los cuatro magos presentes se inclinaron a manera de reverencia, bajando el rostro para mostrar su "respeto".  Volemort terminó de subir las escaleras y fijó su mirada en Snape, suspirando pesadamente antes de hablar.

--Pueden verla... y Severus-- llamó antes de que pudiera empezar a caminar --Asegurate de que no muera, aún no está en mis planes asesinarla-- Snape abrió los ojos como platos y asintió, no quería ni imaginarse en qué estado había dejado a su amiga --Tienen unos minutos antes de que vuelva.

Los tres rápidamente bajaron las escaleras cuando Lord Voldemort desapareció de sus vistas, Snape abrió la puerta y fue el primero en entrar al sótano, parando en seco al ver a Elena recostada en el suelo, con su pijama manchada de rojo y algunas de sus viejas heridas sangrando (pero no tanto como la primera vez). Era como si estuviera viviendo la pesadilla que tanto lo había atormentado desde el quinto año escolar, cuando sin querer su hechizo destinado para Potter cayó en ella y terminó siendo atendida por sanadores en San Mungo.

--¡Mi bebé!-- exclamó Eris con lágrimas en sus mejillas, corriendo hasta su hija y arrodillándose a su lado para después tomarla entre sus brazos --Tranquila tesoro, estarás bien, lo prometo-- dijo apartando el pelo de su rostro, acariciando su mejilla, siendo lo más fuerte posible para que Elena no viera lo aterrada que estaba.

--D-Duele...-- respondió en un susurro, llevando su mano a su pecho.

--Shhh... Está bien mi amor, no te esfuerces-- la interrumpió, siguiendo la trayectoria de su mano, extrañándose al ver unas letras grabadas en el pecho de su hija, moviendo su mano con cuidado para poder leer lo que éste decía "Asesina", leyó para sus adentros --Voy a matar a esa maldita Lestrange-- añadió por lo bajo al ver la daga de la recién mencionada a poca distancia de donde se encontraba su hija.

Historia Mi felicidad y mi tristeza (Pt.2) (Continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora