CAPITULO XXXVII

5K 195 30
                                    

—Eres demasiado bipolar. —susurro aun con los ojos cerrados.

—¿Bipolar? —despega su frente de la mía y eso me hace mirarlo—. Creo que la bipolar es otra.

—Soy indecisa. —especifico— Pero de los dos tú eres el bipolar —le aseguro recargándome contra su pecho.

Ríe levemente, y eso me calienta el corazón.

—Dame un buen motivo.

—Ahora que analizo nuestra conversación —me separo, aunque no me apetezca, para mirarlo— Decías cosas y que contradecías después con otras palabras. Como el hecho de que te herí, para después decir que nada fue real y...

—Ya entendí —me corta con voz arisca—. No es necesario que sigas.

—Debo explicártelo claramente. Si no lo hago, no reconocerás tu bipolaridad.

—Fue suficiente princesa.

Olvide cualquier otra cosa de apelación cuando escuche ese apodo.

Me mordí el labio intentando reprimir mi sonrisa, pero al final fue inevitable.

Él me sonrió cálidamente. No había más rastro de esa sonrisa maliciosa o socarrona.

Esta vez era real, no falsas como las que había recibido de su parte últimamente.

Volvio a atraerme hacia si mismo, como si la distancia fuera algo que a ninguno de los dos le apetecia. Pase mis brazos por sus costados hasta unir mis manos por detrás y me recargue de nueva cuenta en su pecho, abrazándolo con fuerza. Él hizo lo mismo, solo que sobre mis hombros, recargando su cabeza sobre la mía.

Extrañaba tanto estar en esta posición con él.

Parecía que las cosas estaban solucionadas, pero aun necesitábamos hablar. Y temía que si no lo hacíamos, las cosas se complicarían de nueva cuenta más adelante.

—Tenemos más cosas de las cuales debemos hablar —susurro sin soltarlo.

—Si —murmura distraído.

Me sujeta de los hombros y me aparta de él. La acción me asusto antes de calmarme cuando sujeto mi mano y me guio hacia la sala.

Nos sentamos en el mismo sillón, aun sin soltarnos las manos y nos acomodamos lo mejor posible para la gran conversación que venía.

***

—Te extrañe —susurra casi en silencio, que creí imaginármelo. No fue hasta que levante la cabeza de su hombro y vi en sus ojos que lo decía enserio.

—Y yo a ti.

Su pecho se infla de aire antes de volverme a atraer hacia él. Me acomodo mejor sobre su pecho, para quedar en el punto exacto donde podía escuchar sus latidos calmados.

Permanecimos así varios minutos que me parecieron eternos, pero no me importo al estar en buenas condiciones. Aun teníamos cosas de que hablar pues, desde que nos sentamos en la sala, nos mantuvimos en silencio, pero en uno reconfortable al estar en sus brazos. Ambos parecimos tener la misma idea de descansar un poco de eso antes del resto de la conversación.

Sin embargo, ya había pasado el tiempo suficiente.

—Fui un imbécil. —rompe el silencio.

—Totalmente de acuerdo.

—No debí hacer lo que hice, ni decir lo que dije.

Hago un sonido con la garganta dándole la razón.

El mejor amigo de mi novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora