CAPITULO XLII

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Tyler

—Jane, entiendo perfectamente lo que ocurre —le repito dejándola atrás.

Subo las escaleras de dos en dos, y cierro la puerta de un puertazo. Me masajeo las sienes cuando la insistente pulsada no desaparece, mucho menos iba a hacerlo cuando Jane entro –aun furiosa– a la habitación.

—¡Bruce ya está sospechando! —repite por... ya había perdido la cuenta—. Puede que le haya creído a Clarisa pero los rumores siguen, se enterara.

—Ya no ha habido nuevo rumores.

—Porque te detuviste.

—Me detuve desde hace meses.

—Sí, y el que lo hayas hecho le dio las herramientas necesarias a Abby para hacer lo que está haciendo —vuelve a repetir lo mismo que dijo en la sala—. ¿Qué le hiciste a esa chica para que haga todo esto?

—Créeme que yo tambien quisiera saberlo —me mira incrédula—. Fue como las demás chicas. Salimos un tiempo, obtuve lo que quería pero admito que la volví a buscar para darle celos a Clarisa.

—¿Algo más? —niego con la cabeza—. Debe haber otra razón. Nadie buscaría algo como esto sin un motivo más grande.

—Sea cual sea su motivo. No lo dirá tan fácil.

—Lo importante, aunque no tan insignificante, no es el motivo por el que esté haciendo esto —ahí va...— Sino que no le has contado la verdad a Clarisa. Las cosas se están deteriorando y todo te caerá encima.

—Lo sé —me siento exhausto por lo que me lanzo de espaldas hacia la cama.

—¿Si lo sabes por qué no se los has dicho?

—Porque no quiero perderla otra vez —declaro sin mirarla. Mantengo la vista en el techo—. Sabes lo que sucederá si le digo que yo... —me cuesta seguir y Jane lo nota.

—Que tú comenzaste esos rumores anónimamente.

El nudo en mi garganta se apretó aún más.

Fue como viajar al pasado y verme a mí mismo enviando ese maldito correo a personas del instituto aleatoriamente. En ese momento, solo me repetía una y otra vez que hacia lo correcto, así Clarisa rompería con Bruce más rápido porque ya no comenzaba a ser un secreto, y era mejor que se enterara por ella que por unos rumores.

Al final solo era una completa mentira que me decía a mí mismo para que mi conciencia no me carcomiera.

La verdadera razón por lo que lo hice fue que quería apresurar las cosas, fui egoísta, no pensé y ahora estiy pagando las consecuencias.

Cuando las cosas terminaron entre nosotros, pensé en seguir con los rumores, como venganza. Pero no pude hacerlo, no cuando revisaba el correo que estaba a punto de enviar con las conversaciones que teníamos, o las pocas fotos que yo tomaba mientras ella no observaba.

Sentí asco de mi persona, y deseche al instante ese correo.

Me había enamorado, y aunque habían roto mi corazón –por más trillado que suene– no era capaz de seguir haciéndole daño. Solo deje las cosas como estaban y nunca intente mandar algo otra vez; como sea, apareció Abby y por cuenta propia fue atando cabos, y por lo que ha sucedido, claro está que sabe de mi relación con Clarisa.

Ese día en el cuarto del conserje, puedo jurarlo por Nana, que sabía quién era la persona detrás de mí. Aunque por alguna razón, no lo dijo en el momento. Supongo que esa razón es lo que sucede ahora: las malditas cartas que envía.

El mejor amigo de mi novioWhere stories live. Discover now