CAPITULO XLVI

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Clarisa

Una semana después.

Me miro al espejo y noto como las marcas moradas a ambos extremos de mi mentón ya no se notan demasiado.

Deje salir un ligero suspiro al ver que ya faltaba poco para poder dejar de usar maquillaje.

No tenía que usarlo en la nuca al menos, mi cabello se encargaba de cubrir las que había ahí.

El recuerdo de sus dedos sujetándome con dureza aun me estremecía. Y el miedo a que volviera, y cumpliera su amenaza, seguía latente.

No podía dejar que Bruce le hiciera algo a Tyler. No podría vivir con algo así.

La decisión estaba tomada, era lo mejor para ambos.

Solo es lo mejor para ambos porque así tú lo estás diciendo.

¿Quieres, o no, qué Tyler este bien?

Mi propia conciencia se quedaba callada dándome la razón.

No encontraba otra salida a lo que provocamos.

Esta semana creía que solo era una estúpida advertencia de Bruce, que él no podía ser capaz de hacerle algo más cruel que mandarlo al hospital con una contusión y las costillas casi rotas... luego recordaba su mirada, y entendía que él no estaba bromeando.

Su amenaza era verdadera.

Y no puedo dejar que le suceda algo más a Tyler por mi culpa.

Ni siquiera podía hablarlo con él, no lo entendería. Y se negaría.

Así que tenía que hacerlo a mi modo. Un modo cruel tanto para él como para mí, al pensar en lo que tendría que hacer.

***

—Me alegro que las marcas casi ya no se noten —menciona Evan.

Asiento con la mirada perdida en la televisión.

Evan ha sido el único con el que he mantenido contacto toda esta semana.

He ignorado las constantes llamadas de Jane, pero no he podido ignorarla en el instituto, simplemente me he limitado a hablarle poco y poner excusas.

Ardía en mi pecho siempre que le hacia algún desplante, pero era necesario. Jane me conocía como la palma de su mano y no podía dejar que supiera lo que había sucedido con Bruce. Ni siquiera Evan lo sabía, pero la diferencia entre ellos dos, era que Evan me daba mi espacio, y no se entrometía si miraba que no conseguiría sonsacarme nada.

Tyler era un caso externo.

Ignoraba sus llamadas y mensajes. Seguía en reposo –ahora en su casa– por lo que no ha asistido al instituto toda esta semana. Y ni siquiera el ardor en mi pecho, era comparable con el que Jane me provocaba.

—Evans —me llama y lo observo con la mirada puesta en su móvil. La alza y me mira con una sonrisa inocente—. ¿Tú me perdonarías cualquier cosa, cierto?

—Depende.

—¿Cómo que depende? —frunce la frente, indignado—. Soy como tu mejor amigo. Debes perdonarme cualquier cosa.

—No le perdono a Jane cualquier cosa, y la conozco desde niñas.

Me mira ofendido.

—Muy bien —se pone de pie, desconcertándome—. Entonces no me sentiré tan mal por esto.

Ni siquiera soy capaz de decir algo al respecto pues desaparece de la sala. Luego escucho como la puerta principal es abierta y cerrada segundos después. ¿Se fue?

El mejor amigo de mi novioWhere stories live. Discover now