CAPITULO 51

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— Alem, si alguien te mira mal te juro que le partiremos la madre sin chistar

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— Alem, si alguien te mira mal te juro que le partiremos la madre sin chistar. — aseguró Klaus mientras se asomaba por la ventanilla de la camioneta de Tabitha, que no dejaba de mirarme preocupada y asegurarme que podríamos quedarnos ahí.

"No puedo." negué, encogiéndome en el asiento copiloto.

Los días habían pasado como una especie de fantasía que apenas podía creer que había vivido. En cuanto salí del hospital fui a parar a la casa de Tabitha, donde ya me esperaban todas mis cosas, después de una petición legal que mis padres se tardaron en aceptar.

No quería hacer del cuarto de invitados mi lugar, pero había sido difícil después de que Tabitha me visitara por las tardes, en donde el dolor aún me perseguía y comenzará a sacar todo de las cajas.

Decir que tenía idea de lo que estaba haciendo con mi vida era demasiado, en realidad me sentía cegado por el optimismo que tantas veces odie y caminando sin rumbo alguno, sólo siguiendo la sensación de lo correcto. Aún no había terminado mi plan de escape de mi pasado.

Había pensado que solo esperaría a que estuviera completamente recuperado para buscar trabajo y pronto poder conseguir mi propio lugar en donde vivir, pero Tabitha no dejaba de decirme que podía quedarme ahí hasta que nos tuviéramos que ir a la universidad y así podría ahorrar.

No era que la idea de vivir con sus padres me desagradara, pero si quería hacer las cosas bien necesitaba demostrarme a mí que era completamente capaz de hacer todo esto por mi cuenta; de ser independiente.

¿Pero cómo podría romper todos aquellos miedos cuando estaba aterrado de bajar del coche?

La vida ya había esperado demasiado y debía de volver a la escuela, sino quería terminar por perder otro curso más y echar a perder mi idea de huir lejos de esta ciudad hacia la universidad. Pero no podía evitar temer.

¿Qué pensaría la gente al verme caminar por los pasillos?

Al día siguiente de mi salida del hospital, cuando Tyler y Klaus me visitaron, trajeron ropa que habían sacado de sus armarios y decidieron que sería una buena iniciación donar todo lo que ya no me definían; todos los vestidos, las faldas negras, los sostenes y aquellas prendas hermosas que para mí significaban parte de mi encierro.

Ahora solo tenía algo más real; jeans, tenis, camisas anchas que ocultaban el blinder que cubría mi pecho y chaquetas que Tabitha solía halagar sonrojada.

—Te ves guapo, vamos — me animo Tyler mientras alzaba una dona frente a mi cara  —. Si bajas te doy una mordida.

— Si él quiere quedarse esta bien. — negó la chica a mi lado.

La pareja frente a nosotros le dedicó la peor de sus miradas a la chica a mi lado que trataba de mantener la poca calma que se esfumaba rápidamente.

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