CAPÍTULO 57

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El miedo y yo éramos viejos amigos, habíamos caminado de la mano tantas millas que el sentimiento era más familiar de lo que alguien quisiera admitir

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El miedo y yo éramos viejos amigos, habíamos caminado de la mano tantas millas que el sentimiento era más familiar de lo que alguien quisiera admitir. Pero jamás lo había experimentado de esta forma; tan salvaje. Tan desgarrador.

Nunca me había topado contra esta sensación de ahogo que me provocaba ver a alguien que me importaba hundirse lentamente en sus garras, cayendo tan oscuro que la luz del día comenzará a sentirse más como una mentira blanca.

— Por favor. — sollozó Tyler mientras se aferraba a mi con tanta fuerza que me lastimaba.

Sus uñas se enterraban sin escrúpulos sobre la tela de la camisa que llevaba, mientras su única parte que parecía consciente rogaba que lo ayudáramos a dejar de sentir aquella presión que lo sofocaba.

— Necesitas tranquilizarte, Tyler. — dijo Aaron con calma, al parecer éramos los únicos que no perdíamos la cabeza o tal vez si lo habíamos hecho, pero no podíamos notarlo.

Apenas habíamos entrado a la casa nos encontramos con él, echó ovillo sobre el sofá mientras sollozaba sin piedad y parecía apagarse lentamente.

El caos se había desatado en la persona equivocada y en el momento erróneo, pero siempre era así, ¿no?

Klaus y Tyler estaban en casa, dando rienda suelta a todas aquellas cosas que Tabitha me confesó que extrañaba minutos atrás en la casa del árbol. Y cuando pensaron que la noche se grabaría en sus mentes como una de las mejores que su amor pudiera vivir, los padres llegaron a la casa pensando que ellos se encontraban dormidos. Ni siquiera podía imaginarme la escena sin paralizarme de miedo al recordar mi propio infierno.

Y aunque los golpes en el rostro de Tyler no eran tan graves, el dolor que quebrara su fe me hacía dudar si en realidad podríamos traerlo de vuelta a la cordura y hacer algo para sanar su dolor. Él estaba peor, mil veces peor.

Al menos cuando las cosas pasaron conmigo había podido sacar a Frankie de mi casa, alejándose de cualquier daño que las bestias a las que me enfrentaba pudieran causarle. Pero Klaus no había corrido con la misma suerte, él no pudo huir.

Los padres de Tyler lo habían amenazado con desaparecer los papeles que aseguraban que el extranjero se encontraba en el país de manera legal, y aunque el chico que se aferraba a mí en busca de alivio aseguraba que la vida de su amante no corría peligro; si temía por hacer que lo desaparecieran de su vida.

Y yo también lo hacía.

Tal vez no eran tan brutales como los míos, pero estaba seguro de que si algo tenían en común era el temor de ver expuesto aquello que ellos llamaban pecado y nosotros felicidad.

— Necesito saber dónde está — chilló —. Por favor.

— Tyler, ¿Qué fue lo que pasó después de que tus padres los descubrieran? — preguntó Raphael mientras sostenía a su hija entre sus brazos.

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