CAPÍTULO 33

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Iba a morir

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Iba a morir.

Podría asegurar que el destino me esperaba a la vuelta de la esquina ansioso por mi caída, y yo parecía caminar al él cegándome por la ingenuidad y la inocencia que creía que aún tenía.

Siempre me convencí de que los finales felices no eran parte de mi historia, entonces, ¿por qué le daba tantas vueltas al asunto? ¿por qué no solo me apegaba al plan inicial?

Aquel que hablaba de decirle a mis padres que mi relación con Tyler había terminado de una forma trágica, lo suficiente como para que no me permitiera  verlo de nuevo, pero no para que buscaran destruirlo. De alejarme de todo lo que significaba libertad o un poco de duda. Un poco de esperanza de que las cosas podían cambiar.

Eso acabaría por asesinarme, o tal vez lo sería el dolor en mi mano.

Habían pasado tres días desde que el accidente en la casa del árbol ocurrió y la herida no había dejado de doler, al igual que mi corazón que parecía acelerarse por momentos sólo para después sufrir un colapso que me desplomaba sobre el suelo.

Había intentado decirle a mi madre que me dolía, pero ella estaba demasiado ocupada jugando su papel de abuela perfecta llevando a los niños de un lado a otro para presumirlos con sus amigas.

Al menos no había tenido que soportarlos.

Tal vez estaba tan ansiosa por los medicamentos que me había tomado; eran un par de píldoras que quedaban de la última infección que había sufrido. Recordaba vagamente el tratamiento, al menos aún mantenía la cordura.

— ¡Me estás mareando! — gruñó Barclay, mientras se dejaba caer en su sofá de nuevo.

Tyler había ido por mi, aún cuando yo no había respondido ni siquiera los mensajes de la rara donde me preguntaba si estaba bien. Había dicho que no tenía opción, antes de inventar que iríamos a la biblioteca para ayudarle con un trabajo.

No quería actuar así con ella, pero ahora mismo era todo lo que para mí representaba miedo. Tabitha había dejado de ser una piedra en el zapato que no podía quitarme para convertirse en una cuerda que tiraba de mí; aún cuando yo no me resistía.

Ignore el comentario del vagabundo con título que me miraba desde su cómoda posición a un par metros de mí.

Ya debería de saber que no voy a parar.

A pesar del gran desastre que parecía ser la revelación sobre mi vida que me habían arrebatado cruelmente del interior de mi baúl de los secretos, todo parecía demasiado tranquilo en mí. Aún no había sufrido un ataque de pánico tan grande; como se suponía que debía ser.

¿Por qué no estaba perdiendo la cabeza?

— ¿Vamos a hablar o solo viniste a hacer cardio a mi consultorio?

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