CAPÍTULO 54

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Las farolas amarillas que inundaban la ciudad se mezclaban a la perfección con la melodía que escapaba de mis audífonos, sólo para inundar mis oídos mientras recorría las calles de camino a la casa de los padres de Tabitha

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Las farolas amarillas que inundaban la ciudad se mezclaban a la perfección con la melodía que escapaba de mis audífonos, sólo para inundar mis oídos mientras recorría las calles de camino a la casa de los padres de Tabitha. Con la cena en mano y un montón de solicitudes de trabajo siguiéndome como fantasmas.

Había decidido que aquel viernes en la tarde sería un gran día para dar el siguiente paso y darme a la tarea de conseguir un empleo funcional que me ayudara a dejar de ser dependiente de Raphael y Aaron. No era que me molestara vivir con ellos, pero tampoco quería abusar de su ayuda.

Un par de coches pasaron sobre la gran avenida que solía tomar semanas atrás cuando mi madre me recogía de la escuela para llevarme a casa, o a lo único que tenía para llamar como tal. Era extraña la forma en la que la vida fuera de mi burbuja corría rápidamente, pero esta vez ni siquiera me preocupaba seguirla.

Mis días de temer encontrarme a mi padre o mi hermano en alguna esquina y que éstos me golpearan se había ido cuando Helem me aseguró que la orden de alejamiento y la demanda estaban avanzando en los términos más pasivos y convenientes. Al parecer ellos estaban aceptando darme cierta cantidad de dinero como un pago por el infierno que me hicieron pasar y dejarme en paz, o algo parecido.

Podrían darme una mina de oro, pero seguiría sin ser suficiente para borrar los recuerdos que aún me seguían en la noche.

Supongo que al final si había cambiado algo en mi o en la manera en que mi cerebro funcionaba, sentía que al fin había dejado de vivir bajo una máscara y que por primera vez en la vida cada paso que daba era por mi voluntad y no parte de mi estrategia de sobrevivencia.

La casa de la familia que me había adoptado en contra de mi voluntad se alzó ante mí, mostrándose tan imponente como el primer día. Solo que ahora no había misterio en ella, solo recuerdos felices.

— Tabitha, por favor.

La voz masculina que provenía de uno de los costados de la casa captó mi atención más allá de la música y el hambre que hacía gruñir mis tripas como lo haría un león.

¿Tabitha había invitado a alguien?

Aquella tarde, después de la escuela ella se había molestado conmigo por haberla hecho un lado en mi búsqueda de empleos. Al parecer aún le costaba entender que necesitaba mi espacio, no era fácil para mi haber crecido sólo por años y después tenerla a ella metida en mi habitación todos los días mientras pasábamos el rato.

— Hablo enserio cuando te digo que te tienes que ir Landon, a mis papás no les hará nada de gracia verte aquí — respondió ella, se escuchaba preocupada y molesta al mismo tiempo —. Lo prometiste.

— ¿Ahora solo soy tu juguete sexual? — preguntó el cliché malo, que ahora podía reconocer a la perfección por su voz. Aunque esta vez lucía un poco más humano, como triste —. Tu fuiste la de la idea de que viniéramos aquí y ahora solo me echas como si nada.

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