CAPÍTULO 53

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"Escoge los de crema de avellana y yo pediré los clásicos, así comeremos de los dos

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"Escoge los de crema de avellana y yo pediré los clásicos, así comeremos de los dos." escribí en la servilleta de aquel restaurante de panqueques que había cerca del centro de la ciudad.

Apenas podía creer que estaba en medio de la ciudad, frente a los ojos de todas aquellas personas que durante años me vieron caminar arrastrando mis castigos como un par de cadenas, siendo tan libre. Siendo un chico normal.

Alguien que estaba a punto de dar un nuevo paso, o mejor dicho; de tentar al destino a darlo.

Después de aquella consulta con Barclay —que acabó con una cena en el bar de Aaron con la cuenta pagada por el psicólogo que era demasiado bueno para salvarnos de nuestras penas, pero no para ganar apuestas con programas de televisión — había investigado sobre todas aquellas cosas que él había revelado para mí. Leí acerca de cada uno de los detalles, hasta que al fin sentí que esa pequeña espina que aún me mantenía atado a mi pasado se sintió demasiado reemplazable.

Aún estaba aterrado de todas aquellas cosas y las contrapartes que venían con ello, no podía evitar concentrarme en ellas mientras me preguntaba si la esperanza valía la pena.

Supongo que el hecho de que estaba a las diez de la mañana en un sábado esperando ansioso en un restaurante era la mejor respuesta que podría resumir el lío en el que me había convertido los últimos días.

No era que la vida estuviera volviéndose pesada, pero tampoco me era fácil.

No podía encender un fósforo y nublar todo, aún me sentía extraño al caminar por los pasillos de la escuela aunque en realidad jamás estaba sólo. Lo único que me tranquilizaba es que al parecer mis padres habían escogido esconderse en la comodidad de su casa, donde podían controlar cualquier cosa que los miembros de la familia pudieran decir de los rumores que ya iban de boca en boca, así que no había visto a Rita desde que hui de ahí.

Y aunque la herida aún estaba demasiado fresca ya no dolía tanto, esta vez tenía la certeza de que sanaría.

Estaba en paz o eso decía Tabitha cuando intentamos hacer meditación el otro día y ella estaba perdiendo la cordura mientras que yo lograba dejar todo de un lado y concentrarme en la música extraña que puso en el fondo.

— ¿Y malteadas distintas? — preguntó encarnando una ceja mientras señalaba la carta —. Así probaremos ambas.

"Tabitha, vamos a comer no a engordar hasta morir." respondí con una sonrisa burlona antes de señalar la que prometía de ser de galletas y crema "Yo quiero esa, con chispas."

— ¿No podemos engordar, pero crearnos un coma diabético está bien?

Asentí enseguida antes de señalar un par de platillos que podrían ser peor que un par de panqueques y malteadas azucaradas.

Habíamos escogido este punto porque estaba en el centro y era totalmente libre de algún ingrediente de origen animal, era claro que nada bueno saldría de la misma chica que casi me cuelga de la casa del árbol cuando descubrió que metí un poco de macarrones con queso y tocino a su refrigerador.

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