CAPÍTULO 12

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Estás a salvo. Estás a salvo. Estás a salvo.

Las palabras hacían eco en mi mente mientras intentaba recuperar el aliento, rezando en silencio para que Isaac no hubiera sido capaz de escucharme al escabullirme por la ventana de mi habitación con un par de tenis llenos de lodo y una caja vieja de madera.

— ¡Adele! — la voz de mi hermano mayor encendió todas las alertas en mi cabeza mientras me ponía de pie de un brinco, limpiando las lágrimas que caían por mis mejillas con mis manos.

Di una mirada hacía el espejo, viendo la chica con los ojos rojos por el llanto, piel pálida y mejillas encendidas de rojo carmín; una mezcla perfecta entre caos y tranquilidad.

Inhale aire antes de apartar la mirada del cristal, en un intento desesperado de recuperar la compostura.

Abrí la puerta de la habitación cuando llamaron de nuevo, esta vez con un poco menos de paciencia.

— ¿Qué tienes? — preguntó Isaac cuando nos encontramos en el pasillo, él parecía otro completamente diferente al saco de alcohol que había visto aquella tarde.

Ahora estaba bañado, con los dientes relucientes y un aroma a vainilla mezclándose junto a colonia masculina y la menta del chicle que masticaba, un intento banal por esconder su aliento alcohólico.

"Estaba viendo películas de terror, no deberías de gritar." respondí rápidamente, mirándolo con cara de pocos amigos.

— Bueno, pues tu no deberías de ver esas cosas si va a asustarte enana. — gruñó antes de pasar a mi lado con superioridad — Papás están en casa, así que vamos a recibirlos y más te vale que no digas nada acerca de a dónde fui anoche.

Rodeé los ojos cuando escuche el "enana", sabía que solo lo usaba para sentirse más grande que yo, aunque en realidad éramos casi de la misma altura. Siempre había sido una chica alta de uno setenta y tres metros, y él siempre había estado en el promedio de los uno ochenta metros; éramos los más altos a comparación de Rita que apenas me llegaba al hombro  un poco más abajo que Eva.

Seguí al intento patético y mediocre que tenía de hermano mayor hacía la entrada principal antes de ser interrumpidos por Rita quien salió de su habitación con la cara lavada y la pijama completamente arrugada.

— Un par de minutos más y no llegas. — gruñó Isaac cuando notó la presencia del miembro más pequeño de la familia.

— Una cerveza más y tú tampoco. — respondió ella antes de echarme una mirada curiosa. — ¿También acabas de llegar?

— ¿Saliste? — preguntó Isaac con el ceño fruncido girándose para verme.

"Fui por comida." asentí con indiferencia antes de apartar la mirada de mis hermanos.

— Gracias por invitar. — gruñó Isaac antes de girarse en dirección a la puerta con pequeños detalles en vidrio que dejaban ver las farolas del coche que papá solía manejar.

"De nada." gesticule con sarcasmo a sus espaldas, provocando que Rita soltara una pequeña risa e Isaac girará a vernos con el ceño fruncido antes de abrir la puerta y fingir su mejor sonrisa.

— ¡Hola! — saludó alegre cuando mis padres aparecieron frente a nosotros como la imagen perfecta de un matrimonio.

En realidad creo que sí lo eran en una manera retorcida, la única vez que los había visto discutir y estar enojados fue hace un año, y claro está que la culpable de ese caos había sido yo por completo.

— Buenas noches, cariño. — saludó Elena, dándole su abrigo a Rita quien enseguida lo puso en el perchero antes de ir por el de mi padre.

Y yo me limite a mirarlos a todos, moviéndose en completamente armonía como si supieran exactamente qué hacer y yo terminara sobrando. Aunque no era que aquello me atormentaba, jamás había querido pertenecer a ese cuadro de la familia perfecta.

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