𝑺𝒆𝒗𝒆𝒏

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Edward Cullen

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Edward Cullen.

Desde que la vi no pude apartar mis pensamientos de ella, inconscientemente mis ojos la buscaban donde quiera que fuera.

Mis manos ansían tocarla, mis labios besarla y mi cuerpo tomarla como si fuera un objeto, hacerla mía para siempre y jamás dejarla ir.

Dios, ¿Que estoy pensando? ¿Porque la pienso de este modo? Apenas la conozco y es como si ella se hubiera infiltrado en todos los aspectos de mi vida.

No lo entiendo, ¿Porque no puedo dejar de verla? Es como si me hubiera hechizado con esos magníficos ojos verdes.

"Te estás volviendo loco."

Sus labios me vuelven loco.

¿Cómo será besarla? ¿Cómo se sentirá que bese mi cuello, mi pecho, mi...? ¡No! ¿Qué cosas estoy deseando?

Al mirarla es como si viera a un ángel de pura belleza y luz.

Su cabello parece fuego y hace que mi corazón vuelva a latir cada vez que la veo a la distancia. Sus ojos hacen que la sangre vuelva a correr por mis venas cada vez que me voltea a ver. Sus labios me hacen desear cosas que jamás creí posibles. Sus manos me hacen querer tomarlas y jamás volverlas a soltar, besarla y jugar con ellas hasta que me canse. Su voz, Dios... Su voz es una melodía interminable para mis oídos, al igual que una perdición para mis pensamientos. ¿Como se oirá riendo? ¿Su voz al cantar será igual de embriagadora? ¿Como se oirán sus...? Rayos, no puedo pensar en ella sin sonar como un pervertido acosador.

Cada momento que estoy cerca de ella es como si su propia existencia me hiciera sentir vivo, me hiciera sentir capaz de todo y a la vez de nada.

Su sangre es otro tema. Es como si me llamara a gritos pidiendo que la muerda hasta dejarla seca mientras la hago mía y eso me hace sentir la peor criatura sobre la tierra.

Jamás podría hacerle eso a un ser tan puro como lo es ella pero, a la vez, la melodía y olor embriagantes que desprende me hace querer replantearme las ideas de Carlisle sobre la sangre animal.

—Bueno, será mejor que me valla. — su voz me pegó como un viento helado. — Mi mamá debe estar esperándome fuera. — se despidió de todos y se marchó.

Era mi oportunidad de seguirla.

Sin más me levanté de mi asiento para ir detrás de ella dejando a mis hermanos confundidos y preguntándose qué me pasaba.

"Obsesión."

Eso me pasa, una obsesión para nada sana y muy peligrosa viniendo de un monstruo como yo.

Me decidí a seguirla donde quiera que fuera. Una parte de mi decía que era para protegerla y otra solo deseaba saltarle al cuello. Me tomo todo mi autocontrol y doy gracias que estuviera su madre, un incentivo para controlar las ansias de morderla.

Esa misma noche no pude evitar quedarme y verla dormir. Sus pequeños ronquidos, sus balbuceos y su respiración lenta, totalmente despreocupada me hacían sentir en paz, algo que hace mucho no lograba conseguir.

—Ed... Edward. — al oír mi nombre no pude evitar quedarme inmóvil. — Quédate... — no pude evitar acercarme y acariciar su mejilla. — Chocolate... — y otra vez las palabras volvían a carecer de sentido.

¿Que me hiciste? — pregunte al viento. — ¿Cómo lograste que me sintiera vivo otra vez?

Me alejé de ella cuando comenzó a moverse, parecía querer despertar, pero simplemente se dio vuelta destacándose en el proceso.

Mierda.

Fue la único que pensé al ver el pantalón de su pijama que no dejaba casi nada a la imaginación.

Intente apartar mi vista de ella y concentrarme en algo más.

Mi vista volvía a centrarse en Evangeline pero esta vez a su rostro.

"Bien hecho, no parezcas más pervertido de lo que ya eres."

Sus pestañas descansando delicadamente sobre sus pómulos, sus labios ligeramente separados y algunos cabellos callando en su rostro, la hacían ver adorable.

Me quedé con ella hasta que amaneció, pero incluso aún no podía irme. Me tomo toda mi disciplina ética no seguirla a absolutamente toda su rutina de la mañana.

Una vez estuvo lista decidí irme y encerrarme en mi cuarto durante todo el día o al menos hasta que la cosa entre mis pantalones se calmará un poco. 

SueñosWhere stories live. Discover now