𝑬𝒊𝒈𝒉𝒕

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Evangeline Lumière

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Evangeline Lumière.

Me desperté temprano en la mañana y lo primero que vi fueron las ventanas repletas de escarcha. Supuse que afuera debe hacer mucho frío y cuando vi la temperatura desde mi teléfono lo confirmé al instante.

Estaba mirando fijamente la ventana cuando unos golpes en la puerta hicieron que me asuste. — Hija, cariño, ya está el desayuno. — me informó mi madre y luego escuche sus pasos alejarse.

Me bañé con una extraña sensación de que alguien me observaba. Me vestí con un pantalón largo, una camisa manga larga con cuello de tortuga, ambos de color negro. También, me puse unas botas negras, una chaqueta de jean y un cinturón.

Baje a desayunar y mamá estaba tomando su café mientras leía su periódico.— ¡Holiis!— salude. — ¿Qué hay para desayunar? — pregunte sentándome en la mesa.

Ella se levantó y dejó un plato frente a mi.— Té caliente y tostadas con mermelada. — respondió.

—Gracias, mami. — le agradecí y empecé a comer.

Ella sonrió y volvió a sentarse en su lugar. — ¡Adivina! — habló. — Conocí a un muchacho, bueno, un hombre y es enfermero. — me mostró una foto desde su teléfono. — Se llama Marcus, tiene 37, está soltero y tiene una hija de tu edad. — por su voz supe que estaba muy emocionada.

—Parece un buen sujeto. — le respondí. — ¿Como se llama la hija? — pregunté luego de tragar el último bocado de mi desayuno.

—Su nombre es Ayla. — respondió. — Es muy bonita, una vez fue a llevarle comida a Marcus y se le cayó sobre su regazo. — río un poco. — Tuvimos que tratarlo por quemaduras de primer grado. — sonrió.

—¿Ayla?— volví a preguntar. — ¡Es muy bonito nombre!

—¿Verdad que sí? Es hermoso. — sonrió. — Los invite a comer. — hablo. — ¿Qué te parece?— preguntó.

—Me parece genial. — respondí. — ¿Que comeremos? ¿A qué hora vendrán? Y ¿Qué vas a usar?— pregunte.

Ella sonrió y respondió rápidamente. —Comeremos pelmeni, vendrán a las 8 y aún no sé qué usare, esperaba que me ayudes con eso. — yo asentí y me dio una sonrisa cálida. — Ahora vamos, llegarás tarde a la escuela y no creo que el hielo ayude a llegar más rápido. — levanto los platos y los puso para lavar.

—¿Hay demasiado hielo? — pregunte mientras me colgaba la mochila al hombro.

—Tanto que te cambie las ruedas de la camioneta. — se puso su abrigo y su bolso. — Las otras ya estaban muy gastadas.

—Gracias, mamá. — le agradecí y ambas salimos de la casa. — Oye... — al darme vuelta para hablarle nos chocamos y ambas caímos al suelo.

Nos miramos durante unos segundos y ambas nos pusimos a reír. — ¿Estás bien? — preguntamos a la vez. — Sí, ¿Y tú?— volvimos a hablar a la vez y reímos un poco más.

SueñosWhere stories live. Discover now