𝑻𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚

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Evangeline Lumière

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Evangeline Lumière.

Luego de un rato Edward me llevo a una pequeña orilla rocosa frente al lago.

—¿Una persona tiene que estar muriéndose para ser como tú? — pregunte apretando más su mano ya que no quería caerme al agua.

—No, solo Carlisle haría eso. Jamás se lo haría a alguien que tuviera otra opción— respondió.

—¿Cuánto hace que eres así? — pregunte, aunque ya me sabia la respuesta, pero Edward aún no sabe lo de mis sueños.

"¿Debería decirle?"

—Desde 1918, Carlisle me encontró muriendo por la Peste Negra. — contestó mirando hacia el lago, recordando.

—¿Como se sintió?

—El veneno fue insoportable. — me miró y me dio una pequeña sonrisa antes de continuar hablando. — Pero lo que hizo Carlisle fue mucho más difícil, pocos de nosotros tenemos esa clase de control. — explicó.

De pronto comenzó a llover.

—Mierda... — maldije metiéndome debajo de las ramas de un gran árbol. — Justo hoy que me planché el cabello. — me quejé.

Edward me sonrió desde donde estaba, se acercó y sacudió su cabello mojándome más de lo que ya estaba.

—¡Cullen! — le grité y el comenzó a reírse abiertamente. — ¡No es gracioso! — me crucé de brazos y lo miré mal.

—Ya, lo siento. — aún con una sonrisa se acercó a mí y me dio un largo abrazo. Me escondí entre sus brazos y refugié mi rostro del agua en su pecho.

—¿Seguirás preguntando o tu curiosidad ya se calmó? — pregunto mientras daba pequeñas caricias en mi cabello.

—Mi curiosidad sigue intacta... — él resopló y yo me reí. — Volviendo a lo de Carlisle, ¿No es solo morder y ya? — pregunte aún en su pecho.

—No exactamente, cuando ingerimos sangre humana sufrimos de un frenesí casi imposible de controlar. — estaba incomodo, hasta un niño podría notarlo.

—Pero, ¿Carlisle lo logró? — saque mi rostro de su escondite y apoye mi barbilla en su pecho.

—Primero conmigo y luego con su esposa, Esme. — respondió dejando un beso en mi frente.

—¿Carlisle es la única razón por la que no matas gente?

"A Carlisle le deben de estar ardiendo las orejas de tanto hablar de él"

—No es la única razón. No quisiera ser un monstruo. — me miró.

—Eddie, no eres un monstruo, ya deja de decir eso. — le acaricié la mejilla, cerró los ojos y se apoyó en mi mano.

SueñosWhere stories live. Discover now