𝑻𝒉𝒊𝒓𝒕𝒚

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Evangeline Lumière

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Evangeline Lumière.

Cuando desperté estaba en un cuarto completamente blanco. Un pitido insistente sonaba a mi lado.

—¿Ya me morí?— pregunté al aire.

—No, aún sigues con vida. — la voz divertida de Candy me hizo despertar por completo.

—Que pena- — bromee.

—¿Cómo estás? — preguntó Clara.

—Bien, ¿Dónde está Edward?— pregunté mientras me sentaba.

—Está allí. — señaló a un sofá y sobre él estaba un Edward "dormido".— No nos dijiste que tenías pareja. — me regaño Candy.

—Lo siento... — les sonreí. Aún estoy un poco mareada.— ¿Qué me pasó?

—Te golpeaste la cabeza muy fuerte y se te incrustaron varios vidrios en la espalda, perdiste mucha sangre. — informo Clara.

—Mamá y papá están abajo. Fueron a comprar algo para comer. — informo. — ¿No te acuerdas de nada? — pregunto y negué con la cabeza.

—Edward y el doctor Cullen fueron a buscarte para intentar convencerte de volver a Forks. Fuiste a su hotel, te tropezaste y caíste por las escaleras ¡Rompiste una ventana! — explicó Candy.

—Suena a algo que yo haría... — dije mirando a Edward.

—Cambiando de tema. Vas a amar la nueva casa en Miami. — dijo Clara con alegría. — Construimos una piscina. ¡Tenemos balcones con vista al mar!

Cierto, lo había olvidado, Candy y Clara querían que me mudé con ellas cuándo terminarán su nueva casa.

Las mire unos segundos. Los ojos avellana de Clara combinaban de maravilla con su cabello castaño y siempre había admirado los ojos negros de Candy. Eso era lo único que las diferenciaba entre ellas, en el resto eran exactamente iguales. Ambas fueron adoptadas antes de que yo naciera. Mamá creyó que nunca podría tener hijos y no quería quedarse sola mientras papá trabajaba.

—No iré. — dije mirándolas.

—¿Qué? — preguntó Candy. — Dijiste que estabas más que feliz de volver a Miami.

—Si, pero, pasaron cosas. — lancé una mirada hacia Edward y lo comprendieron.

—Bueno, avisaremos a papá y mamá que está estás bien. — Clara tiró del brazo de Candy. — Luego hablaremos de porque nos cambias por un pene. — dijo señalándome con el dedo.

Cuando se fueron pude escuchar la risita de Edward y me fue inevitable no reírme con él.

—¿Cómo te encuentras? — preguntó sentándose a mi lado.

—Estoy bien, ¿Qué paso con James? — pregunté.

—Ya no está y la mujer se marchó. — respondió.

SueñosWhere stories live. Discover now