𝑵𝒊𝒏𝒆𝒕𝒆𝒆𝒏

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 Evangeline Lumière

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Evangeline Lumière.

Luego de unas interminables e insistentes preguntas de parte de Alice al fin terminaron las clases. Me apresuré a acercarme a Edward antes de que la pequeña hadilla inmortal empezara a preguntar más.

—¿Escapando? — pregunto cuando me subí a toda prisa al auto.

—Tu hermana es intensa, en el buen sentido. — me encogí de hombros.

—Dímelo a mí, vivo con ella. — al otro lado del estacionamiento estaba Alice secándole la lengua a Edward y el resto de los Cullen riendo.

Nos subimos al auto y empezó a llevarnos a un lugar que no conocía. —¿Dónde vamos? — pregunto viendo por la ventanilla.

—Iremos de picnic. — dijo señalando con la cabeza al asiento trasero. Mire para atrás y había una canasta de mimbre con un mantel rojo a cuadros cubriéndolo. —¿En qué piensas? — pregunta Eddie viéndome de reojo.

—Es un picnic cliché. — respondí. — Pero suelen ser bonitos, ¿Verdad? — lo volteo a ver.

—Si, son clichés, pero es todo lo que conozco respecto a citas. — me sonrió. — Además, como tu dijiste, son bonitos y tranquilos.

—¿Citas...? Entonces, ¿Esto es un cita?— pregunte.

—Algo así. — se rasco la nuca. — ¿Por qué?

Me encogí de hombros sonriendo.— Nunca me pediste una cita. — miré por la ventana tratando de no reírme.

—Oh... — freno el auto y se giró en su asiento quedando frente a mí. — Eva... ¿Quieres tener una cita conmigo?

Me giré a verlo y le presté más atención, traía una camisa de lana con cuello de torga, unos jeans ajustados y un saco largo, todo negro. Le vi las manos y tenía varios anillos plateados y dorados.

—Eva...— chasqueó sus dedos frente a mi cara.

—Lo siento, ¿Qué pasó? — "Mierda me quedé viendo sus manos mucho tiempo."

Él se ríos ante mi clara confusión.— ¿Quieres tener una cita conmigo? — pregunto otra vez.

—Me encantaría. — le sonreí.

Arranco el coche otra vez y luego de unos minutos llegamos a la entrada de un bello descampado. Como ya no era tan de mañana, y había demasiados árboles alrededor, no había casi sol.

—Espero que la señorita Lumière no sea alérgica a los insectos. — me tiende la mano y la acepto con gusto.

—Claro que no y de ser así estoy segura de que usted me cuidaría, señor Cullen. — caminamos tomados de la mano hacia el centro del descampado.

Edward tendió la manta, sacó toda la comida y me señalo un lugar a su lado para que me siente.

—Cuanta comida. — digo al ver todo lo que trajo.

SueñosWhere stories live. Discover now