2. Iluso y torpe

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«No es un mundo triste, a menos que estés cuerdo»


Megumi durante toda esa semana se había sentado en la última fila de la clase, precisamente en el asiento junto a la ventana: con el brazo flexionado sosteniendo su quijada, miraba por la ventana sin ningún tipo de interés. Quería que las clases terminaran pronto, regresar a casa, esconderse en lo profundo de su habitación y que nadie se atreviera a molestarlo. Su amigo, Yuji, sentado en el pupitre de enfrente, movía inquieto las manos, preocupado por la reacción de Megumi ante la inesperada noticia del regreso de Sukuna.

Yuji había sido el primero en enterarse del asunto, ya que, un día antes de la cena de los Zen'in, el señor Toji Fushiguro —padre de Megumi y también, el tutor de Yuji—, lo había citado a la oficina con el fin de decírselo, pues era el derecho de Yuji saber del regreso de su hermano. También, Toji le dio la orden no decir nada a Megumi hasta el día de la cena, y Yuji, siendo la persona más parlanchina del universo, había tenido que ir a dormir a casa de su novio Junpei para no revelar el secreto.

Aquella noticia, no había sido más que una bomba demasiado grande que había explotado en las manos de su mejor amigo, y Yuji, sin poder hacer nada, solo se había dedicado a observar desde lejos. Y es que, ¿qué más podía hacer? Toji era un jefe riguroso, por no decir intimidante, si por alguna razón, alguien se atrevía a desobedecer sus órdenes, era probable que se viera muy afectado.

Ambos se habían tomado la noticia de manera diferente: en el caso de Yuji, había esperado toda la semana emocionado el regreso de su hermano, a fin de cuentas, extrañaba a Sukuna y no podía explicar con palabras la felicidad que había sentido cuando se enteró de que regresaría. Tanto Megumi, como Yuji, habían tenido apenas doce años cuando Sukuna se fue del país, y despedirse de él siendo tan pequeños, había sido sumamente difícil; para los niños, no era nada fácil olvidar un lazo afectivo, y todavía más, comprender por qué este lazo se fue.

La vaga explicación que Toji les había dado, se resumía en pocas palabras en «conveniencia familiar»: Sukuna, a pesar de haber sido solo un adolescente de dieciséis años, había sido de los únicos estudiantes de la academia de Sugisawa en obtener calificaciones perfectas, además de sobresalir en diferentes habilidades como arco, natación, esgrima, idiomas, entre otros. El líder de la familia Zen'in, a sabiendas de esto, había cargado grandes expectativas sobre los hombros de Sukuna, decidiendo su futuro y enviándolo al extranjero sin pensarlo dos veces, con el único fin de moldear a una persona digna de la familia Zen'in.

Yuji tan solo deseaba poder pasar tiempo con su hermano, y no tener que verlo marcharse otra vez, y tras pensar aquello, sus ojos viajaron a la persona sentada detrás de él. ¿Megumi desearía lo mismo? ¿Su angustia también se debía a eso? ¿Aún pensaría en su hermano de esa manera? El niño Zen'in en ese entonces, había sido el más afectado por la despedida: tanto Sukuna, como Megumi, poseían una conexión diferente a la del resto, mucho más especial, y todos en la mansión lo sabían.

Sukuna había mimado a Megumi de la misma manera que lo hizo con Yuji, siendo un hermano mayor para ambos, y nunca existió un tipo de diferencia pese a la diferencia de sangre. Sukuna había tomado roles importantes en la vida de los dos niños, incluso roles que no le concernían, como por ejemplo; había sido un paciente profesor, ayudándolos con sus tareas de la escuela, también, un hábil enfermero, curándolos cada vez que se tropezaban. Y por supuesto, un valiente guardián, llegando a defenderlos en muchas ocasiones.

Era razonable que Megumi se hubiera encariñado con el chico que veía como una especie de superhéroe en su vida, y que al poco tiempo, empezara a sentir algo más que solo aprecio o admiración. Megumi nunca había ocultado el brillo especial en sus ojos cada vez que veía a Sukuna, ni los sonrojos al tenerlo cerca. Era tan obvio que a Sukuna en más de una ocasión le habían hecho bromas pesadas por tener a un mocoso enamorado de él.

Missing my loverWhere stories live. Discover now