11. Pero quiero cuidarte

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«No llores está noche, hay un paraíso sobre ti»


PASADO

Megumi había conocido a Sukuna un día nublado, el mismo lunes en que celebraban la última fiesta en honor a su madre: su funeral. Recordaba las rosas de color blanco sobre la lápida en compañía del verdoso césped del cementerio, la brisa del viento y la agridulce sensación de que su madre se encontraba descansando en aquel hermoso jardín.

Aunque Megumi era muy joven para tomarle el peso a lo que estaba sucediendo, con cuatro inocentes años, de igual forma libero toda su tristeza en un llanto que duro toda esa mañana, y nadie de la familia le impidió llorar. Había sido un largo y sombrío funeral: una despedida temprana entre una madre y un hijo, pero la vida era así, impredecible, y solo quedaba acoplarse a sus caprichos.

Megumi en un momento, cuando estaba de rodillas en la tierra jugueteando con sus manos, sintió la presencia de alguien a sus espaldas. Recordaba a la perfección la voz de Toji llamándolo y él como un hijo obediente se había volteado para verlo, con los ojos rojizos producto del llanto.

Entonces, Megumi lo vio de pie junto a su padre, y jamás podría olvidarse de aquel momento. Se trataba de un niño un poco mayor que Megumi: traía ropa poco adecuada para la ocasión, una playera sucia y unos pantalones desteñidos, tenia el cabello de color castaño, y con desdén miraba hacia su izquierda y al suelo, como si no quisiera estar ahí.

Toji le había comentado a Megumi que ese niño sería su nuevo protegido personal: añadiendo que de ahora en adelante se encargaría de sus cuidados y que debía tratarlo bien. Megumi al principio no lo había comprendido, con inocencia, había creído que su padre había adoptado una especie de hermano mayor para él, y no un sirviente para estar al pendiente de cada una de sus necesidades. Pero con el paso de los años había comenzado a entender.

—Me llamo Megumi Fushiguro y tengo cuatro años —se presentó Megumi—, ¿cómo te llamas?

El castaño finalmente se había dignado a mirarlo y sin querer Megumi pego un brinco por la sorpresa que le provoco la intensidad de aquellos ojos marrones. Después, Megumi lo vio dirigirse con la mirada hacia su padre, como esperando una confirmación, y al tenerla, el castaño se presentó por primera vez.

—Sukuna Ryomen.

Había sido todo lo que dijo el niño, pero ese nombre no volvió a borrarse de la cabeza de Megumi. En el comienzo, su relación había sido distante: Megumi siempre sentía incomodidad en el cuerpo de Sukuna las veces que lo tomo de la mano, o cuando lo abrazaba de improviso o incluso cuando le decía cosas lindas. Pero de a poco, Megumi había ido logrando que Sukuna lo empezara a mirar de otra manera: con cariño, con preocupación verdadera.

Un mes después de que Sukuna se mudara al hogar de los Zen'in, Megumi conoció a Itadori Yuji: el hermano menor de Sukuna y otro protegido que se mudaba a la casa. Megumi no lo había visto antes y es que al parecer,  Yuji había necesitado estar en un hospital por varias semanas. Yuji tenía la misma edad de Megumi y al principio se habían llevado realmente mal, discutían constantemente por la atención de Sukuna como perros y gatos. Sin embargo, con el paso del tiempo eventualmente se habían convertido en los mejores amigos.








***








— ¿Qué te paso en la cara, papá? —le preguntó Megumi.

Megumi estaba en la oficina de su padre, sentado en el regazo del hombre mientras jugaba con unos coches de juguete, por otro lado, Toji se dedicaba a mirar por la ventana hacia el exterior: su rostro permanecía pensativo acompañado de una ola de misterios que Megumi no era capaz de ver.

Missing my loverWhere stories live. Discover now