4. Necesidad

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«Aunque intentara ganar la lucha, mi corazón bloquearía mi mente, y no soy lo suficiente fuerte para alejarme»


Las siguientes semanas habían sido igual de terribles para Megumi. En casa, debía soportar los caprichos de su hermana Tsumiki, quien a la más mínima posibilidad buscaba una excusa para discutir; ya sea reclamando sobre el comportamiento de Megumi, o hasta acusarlo de ser un maleducado por ignorar a Sukuna apropósito, y pese a que no estaba muy lejos de la realidad, Megumi no iba a admitirlo.

En la escuela, la situación no era mucho mejor. Megumi había perdido gran parte del tiempo merodeando en el patio o vagando por los pasillos como un fantasma, recibiendo varias advertencias de sus profesores que al final del día terminaba ignorando: no tenía ánimos de ver a nadie, ni siquiera a sus amigos del misterioso club de ocultismo, incluso había estado evitando a Yuji y a Maki. Día a día, el encadenado corazón de Megumi solo tenía fuerzas para una cosa, y eso era extrañarlo a él..

Pese a que resultara una labor patética y una pérdida de tiempo, Megumi ocupaba la mitad de sus pensamientos recordando las crueles imágenes del chico con tatuajes despreciándolo en secreto y adorándolo en público. Porque en ese mes, Megumi había descubierto algo nuevo de Sukuna, y eso había sido su increíble capacidad para mentir.

—Extrañe a Megumi todo este tiempo —dijo Sukuna uno de esos días, cuando conversaban con el abuelo Ougi en el salón de la mansión Zen'in, su voz; relajada y melodiosa, no había dado indicios de falsedad—, me alegra lo mucho que ha crecido y lo inteligente que es.

Sukuna también había tenido el descaro de sonreír perlado a la vez que rodeaba el cuerpo de Megumi con sus grandes brazos: Megumi aún recordaba como había tenido que bajar la cabeza, avergonzado y humillado, para ocultar su notorio sonrojo. Ese tipo de acciones eran increíblemente confusas, hacían el corazón de Megumi brincar cuál perro emocionado, y a la vez, lo hacían odiarse tanto que no quería volver a mirarse en un espejo.

En esa ocasión, los mayores se habían reunido de noche para beber tragos y jugar juegos de mesa. Megumi también había sido invitado bajo la escusa de que ya estaba en «la edad» en que los niños se enteraban de lo que hacían los adultos a sus espaldas. En lo que jugaban, el abuelo Ougi se había acercado a Sukuna para hacerle preguntas, y el castaño no había tenido problema alguno con fingir amabilidad ante el inocente anciano.

Pero la fantasía del Sukuna amable terminaba cuando se quitaba la máscara de actor y los espectadores cerraban los ojos, volviendo a ser ese maligno hombre de lengua venenosa.

—Para la próxima toma asiento en otro lugar —le había susurrado Sukuna por lo bajo, cuando nadie los estaba viendo, y Megumi asintió despacio con la cabeza—, estar cerca de ti me repugna, ¿entiendes?

Megumi recordaba haber tragado saliva con pesadez, deseando en su mente una y otra vez que el tiempo corriera más rápido para poder liberarse de ese tormento. Lo aterraba, cuando veía a Sukuna cambiar de personalidades constantemente lo aterraba: era como ver a dos personas distintas y, joder, dolía saber que esa persona le había hablado con amor alguna vez. Dolía tanto que prefería ser tratado como basura; enfrentando el verdadero rostro del chico, a ser tratado con un falso amor debajo de la máscara sonriente que Sukuna usaba frente a los demás.

Esa escena ya había sucedido hacía varios días y aún taladraba la mente de Megumi sin descanso, por el momento, lo único que lo distraía de Sukuna era el chico apoyado en el viejo cobertizo de madera escondido en la abandonada cancha de beisbol.

Kamo o Toshi, como le decían todo el mundo, era un estudiante de último año con el que Megumi solía tener encuentros íntimos en la academia para «autodescubrirse y explorar». Extranjero y dueño de una piel blanca y tersa por su descendencia asiática; le gustaba usar el cabello largo y vestía el uniforme desarreglado como todo un delincuente. En pocas palabras, Toshi era un chico problema con un rostro espectacular y dentro de los estándares de Megumi.

Missing my loverWhere stories live. Discover now