16. Entre juegos maliciosos

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«Solo da la vuelta, porque eres un loco y me estas enloqueciendo»



Estacionado a unos cuantos metros del precipicio, yacía el mercedes de color negro: las ruedas apuntaban al ocaso como si una pareja estuviera mirando el sol ocultarse con lentitud en el horizonte; sin embargo, en aquel coche de lujo no había ninguna pareja, es más, nadie se encontraba en su interior.

En el techo del coche había un líquido espeso que se deslizaba por las orillas hasta caer por los bordes, empapando el capo, las puertas, los parabrisas, y todo lo que tuviera a su alcance. Pero lo más inquietante, era el fuerte olor a combustible que desprendía aquel líquido y el chico con gafas oscuras que daba vueltas alrededor del mercedes, el que se detuvo solo cuando creyó que era suficiente: dejó caer el bidón vacío de gasolina sobre la tierra, sonrió con malicia, orgulloso de la obra de arte frente a él.

—Qué lindo coche —silbó Yuji, jugueteando con el mechero en sus manos—. Me pregunto cuánto demorará en arder.

Fue lo último que dijo antes de arrojar el mechero encendido por la ventana del coche. Alejándose con rapidez antes de que las llamas lograran alcanzarlo: los asientos acogieron el calor del fuego y fueron expandiéndolo por todo el interior, hasta llegar al tanque de combustible ocasionando una mini-explosión que hizo al carro dar un salto en el lugar. El sonido se oyó por gran parte del bosque, pero estaba lo suficientemente lejos del pueblo como para pasar desapercibido.

Inevitablemente, el humo comenzó a salir por todas direcciones y Yuji cruzó los brazos sobre el pecho analizando el espectáculo desde lejos, imperturbable, y esperando pacientemente a su invitado de honor: el desdichado dueño del coche, Satoru Gojo, no tardo en llegar al sitio donde lo citaron.

Con los ojos abiertos como dos platos, Satoru se bajo de la camioneta negra que tomo prestada del trabajo, y a tambaleantes pasos fue llevándose ambas manos a la cabeza. El rojo del fuego se reflejaba en aquellos orbes azules y Yuji creyó que el hombre se pondría a llorar ahí mismo.

— ¡¿Qué demonios hiciste?! —grito el policía, viendo a su precioso mercedes arder en la intensidad de las llamas—, ¡aún no termino de pagarlo, joder! ¡Maldito crio!

—Es una lástima, toda una inversión a la basura —respondió Yuji—, pero debes admitir que es una buena vista.

Los últimos rayos de sol se hicieron presente bajo el telón de oscuridad que se iba formando, los colores del incendio resaltaban ante el paisaje del bosque y Satoru lo observo, embelesado, mientras una lágrima caía por uno de sus ojos. No tardo en limpiársela, mirando con mala cara al mocoso parado a unos cuantos pasos de él, ¿es que esa era su única defensa ante lo que acababa de hacer?, ¿por qué incendiar su coche recién comprado?, ¡¿y en que maldito momento lo había robado del estacionamiento de su casa?!

Yuji traía una pose más segura y confiada desde la última vez que lo vio. Habían sido largas y difíciles semanas soportando al desalmado adolescente, si Satoru alguna vez habia tenido el pensamiento de que Yuji era "el bueno" de los hermanos, ahora dudaba con creces que esto fuera cierto. ¿Y es que como podía un mocoso tener una mente tan ingeniosa? ¿Hasta qué punto llegaría con tal de perjudicarlo? Sabía que Yuji era capaz de cosas, pero jamás imaginó algo así.

Sabía que Yuji era capaz de cosas, pero jamás imaginó algo así: desde contratar a un par de rufianes para que le pintaran la casa, grafiteando obscenidades en las paredes blancas de la entrada, hasta había inscrito su número privado —Satoru aun no sabe como Yuji logro obtenerlo— en una página pornográfica bajo el perfil falso de una chica candente, de vez en cuando le seguían hablando depravados que terminaba bloqueando. Por último, el adolescente se había dado el tiempo de dañar el alumbrado público con el fin de quitar la electricidad del departamento de investigaciones, estuvieron casi dos días intentando solucionar el problema.

Missing my loverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora