14. Placer culposo

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« ¿Solo te quedaras ahí y veras como me quemo? bueno, está bien, porque me encanta la forma en la que duele»




Megumi había tenido el mismo sueño una y otra vez: de una manera tan repetitiva y monótona que ya no recordaba con exactitud el día que comenzó. En el sueño, podía verse a él mismo caminando por una inclinada colina, no debía tener más de cinco años, sonreía abiertamente y sus ojos reflejaban aquel brillo infantil y encantador de todo niño, no sabía porque subía la colina, ni como había llegado ahí.

Solo que alguien lo esperaba en la cima.

Pese a ser un producto de su mente, Megumi sentía muy real su respiración pesada por el esfuerzo de la caminata, y la sensación cálida llenando su corazón, seguramente por ver a ese alguien. El sol brillaba igual a los días de verano en Sugisawa y aumento la velocidad intentando no tropezarse con sus propios pies, ampliando la sonrisa una vez estuvo casi en la cima.

Y la vió, sentada junto aquel manzano, leyendo un libro despreocupadamente. Su madre siempre había sido una mujer muy hermosa, con el cabello recogido en una coleta y pestañas increíblemente largas, que al moverse, daban la impresión de ser las alas de una mariposa.

Al verlo, ella le devolvió la sonrisa, saludándolo con la mano a lo lejos. Faltaba muy poco para que Megumi llegara hasta ella, quería arrojarse a sus pies y preguntarle que estaba leyendoPero, después de eso, el ambiente cambia, transformándose a uno pesado.

En esa parte del sueño, cuando la nube gris en el cielo, poco a poco, comienza a posicionarse sobre la colina, cubriendo de sombra al manzano y a su madre, la pesadilla iniciaba. Megumi se quedaba quieto y su apariencia dejaba de ser la de un niño, ahora era él actualmente, un adolescente que observaba como su madre adquiría un rostro demoniaco: los ojos verdes se deformaban y aquella sonrisa se distorsionaba en una horrorosa mueca.

El manzano, brillante y hermoso, comenzaba a marchitarse y las hojas a caer, arrastradas por el viento: Megumi sentía un frío que calaba hasta los huesos, provocando temblores en su cuerpo, y la sensación de náuseas lo acompaña durante todo el sueño. Entonces, veía aquel monstruo con el rostro de su madre dedicarle una mirada podrida, la mano que antes lo saludaba ahora se despedía de él, para posteriormente, sujetar una soga y ahorcándose en la rama del árbol.

¡Ayuda!

Megumi, como el temeroso espectador que era, sin poder moverse, empezaba llorar, repitiéndose una y otra vez lo inútil que era por no poder salvarla. Desde la lejanía sentía la tristeza que desprendía la imagen de su madre, la sentía al verla tomar aquella decisión, al notar en esos ojos llenos de miseria una desesperada suplica.

¡Alguien, por favor, ayúdeme!

Al poco tiempo, otra persona aparecía junto a al manzano, era Junpei, con el mismo rostro desfigurado: caminaba hasta quedar cerca del árbol, y desde detrás del tronco, otra figura se hacía notar, luego otra y otra, aquellas personas eran las víctimas asesinadas durante todos estos años.

Megumi podía reconocerlas, y en medio del grupo, estaba su madre, inerte, con la soga alrededor del cuello. Ellos decían algo pero Megumi no lograba entenderles, y cuando, producto de la desesperación, cerraba los ojos ahogado en las lagrimas, despertaba de golpe en su cama.

Hace exactamente cuatro horas Megumi volvió a tener ese sueño, por lo que prefirió no dormirse otra vez, ni siquiera el beber un poco de té caliente había podido tranquilizarlo. Ahora estaba sentado en el marco de la ventana de su alcoba, y en el exterior observaba copos de nieve cayendo con lentitud hasta perderse en el jardín.

Missing my loverWhere stories live. Discover now