13. Sin explicación

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«¿Dónde estás?, y lo siento tanto, no puedo dormir, no puedo soñar esta noche»


Si buscaba en lo más profundo de su ser, Yuji podía recordar la última despedida a las afueras de la casa de su novio después de una tarde de películas: el recuerdo del cálido abrazo y la sonrisa sincera perdurarían en su memoria por mucho tiempo, y tan solo podía pensar, que debió abrazarlo otro poco más. Yuji, columpiándose en el juego para niños, miraba las lápidas del cementerio tan frías y distantes, consumido por la pena que quemaba su interior.

Ese sentimiento... ese atroz y terrible sentimiento, Yuji ya lo había sentido antes en el pasado, pero no recordaba cuando. Estaba cansado, no había dormido tres noches desde lo ocurrido, y tenía pesadillas las pocas veces que había logrado conciliar el sueño, ni siquiera sabía como había logrado vestirse en la mañana o como logro moverse de la cama. Nada estaba bien, Yuji no estaba para nada bien: quería correr hasta alguien y que lo abrazara muy fuerte, que le susurrara al oído que todo era una cruel broma y que al abrir los ojos, Junpei estaría devuelta.

Intento limpiarse las lágrimas cuanto estas empezaron a ahogarlo y abrazándose así mismo creyó que moriría producto de su entrecortada respiración: lo deseo, por un momento, deseo que todo ese dolor desapareciera de una vez por todas.

—Te quiero aquí conmigo —murmuró—, por favor, vuelve, no me dejes.

Yuji sollozó viendo sus manos como si con aquellas pudiera reparar algo, pero lo que hería su corazón, no podía arreglarse con nada: por más esfuerzos que hiciera, jamás volvería a ver a Junpei.

El chico que se alegraba incluso cuando sabía que al otro día llovería finalmente había perdido la sonrisa, y Megumi no podía creer lo que estaba sucediendo. A la distancia, Megumi apretó los puños con fuerza mientras vigilaba a Yuji sentado en el apartado columpio oxidado del cementerio. De un momento a otro la tragedia los había atrapado a todos, y ninguno había podido soportar el golpe, en especial, Yuji.

Megumi comprendía ese sentimiento... un dolor tan vivido en el pecho que te hace querer mandarlo todo al diablo, a fin de cuentas, también había estado en ese abismo una vez, cuando perdió a su madre. Inevitablemente, los ojos de Megumi viajaron a Sukuna, quien estaba sentado tranquilamente en una de las bancas solitarias del cementerio, con el traje oscuro y el infaltable cigarro entre sus manos. Megumi suspiró, de verdad odiaba los funerales, odiaba la perdida, odiaba que todo a su alrededor fuera tan doloroso.

De repente, un sonido llamo la atención de Megumi, y cuando levanto el rostro, abrió los ojos al ver a Yuji destrozando el columpio donde recientemente yacía sentado. Con una fuerza impresionante, el chico jalo las cadenas hasta desprenderlas de los fierros que la sostenían y usando la rodilla partió en dos la tabla de madera.

Megumi se paralizó al instante, oyendo los gritos desgarradores de su mejor amigo tronando en sus oídos; aterrado, se quedó quieto sin saber qué hacer, pero cuando vio a Sukuna correr veloz hacía Yuji, su cuerpo logró reaccionar.

— ¡Cálmate, joder! —le gritó Sukuna, empujando a Yuji hasta hacerlo retroceder y logrando que el chico dejara de lastimarse.

— ¡No me toques, no vuelvas a tocarme! —le grito Yuji devuelta, casi escupiendo sus palabras y con las lágrimas al borde de los ojos— ¡¿Ahora vienes a hacer el papel de hermano mayor?!, ¡¿ahora?!, ¡¿de verdad piensas que tienes ese derecho?!

Yuji lo miro con rabia, de una manera tan vacía que Sukuna por un segundo quedo atrapado en el dolor de los ojos castaños. Entonces, y aprovechando este despiste, Megumi apareció por detrás sujetando a Yuji por la espalda. Algunos espectadores que continuaban en el cementerio fueron alejándose del lugar, y Megumi lo prefirió de esa manera. Yuji era el chico más dulce del mundo, pero cuando se enojaba, era mejor huir muy lejos.

Missing my loverWhere stories live. Discover now