17. Plumas, máscaras y vino

904 110 62
                                    

«Vives en la oscuridad, chico, no voy a pretender que no es así»


Yuji no podía dejar de mirar el afilado cuchillo en las manos del hábil cocinero: clack, clack, clack, era el sonido que hacía la hoja al cortar en la tabla. Por un momento, Yuji se preguntó así mismo, ¿por qué el hombre de traje blanco y sombrero de copa alta, sonreía al picar lo que parecía ser la mano de una persona humana? La sangre se escurría por la mesa hasta desbordarse por las orillas, empapando el suelo de la elegante cocina de la mansión Zen'in.

Las personas que asistían al chef observaban curiosas su enorme agilidad y rapidez, mientras que otros simplemente continuaban con la labor de preparar los aperitivos: ojos de cuervos hervidos en una cacerola de gran tamaño y en un sartén; patas de caninos a freír. Otros ingredientes que se hallaban por doquier, eran dedos de pies y manos, huesos y dientes, cabello humano y demás restos.

Exótico, podría decirse, algo muy poco común, y que le revolvía el estómago a Yuji.

Pero lo más llamativo de todo estaba en medio de toda la cocina, precisamente sobre la redonda mesa de madera: era el cuerpo de un chivo negro, fallecido y decapitado, listo para ser cocinado igual que a los otros animales. Yuji lo ignoro para seguir caminando por la cocina, deteniéndose en una de las sillas apartadas del resto, en una solitaria esquina.

Tomo asiento, observando la habitación a oscuras, era molesto tener que vagar por las sombras, pero temía que los demás cocineros y asistentes se molestaran con él si se atrevía a encender las luces. El olor en el cuarto era putrefacto y la sangre en las paredes no hacía más que alterarlo. Suspiró casino, y tras llevarse un par de dedos al puente de la nariz, se puso en pie para abrir una de las ventanas y ventilar la cocina. Si, ese día, para la fiesta de los Zen'in, todo debía ser perfecto.

Por esa razón, Toji contrato a uno de los mejores chefs del país, además de asegurarse de que todos los empleados y protegidos estuvieran en la casa. Poco a poco, la gente importante y adinerada empezaría a llegar a la mansión y no podían existir errores. Como una manada de cerdos gordos buscando satisfacer sus necesidades con vino y charlas absurdas solo para presumir su poder. Clack clack clack

Así era el sonido del cuchillo, acelerando el pulso de Itadori, quien por un momento creyó ver que uno de esos ojos de cuervo en la cacerola, le estaba devolviendo la mirada.

— ¿Itadori? —esa voz fue completamente ignorada, Yuji ni siquiera sabía hace cuanto tiempo estuvo esa persona llamándolo— ¿Me estás escuchando? Itadori... ¡Yuji! Oye... —Yuji dio un pequeño brinco cuando unas manos ajenas comenzaron a zamarrearlo, y confundido miro a Megumi, quien no quito su expresión de preocupación— ¿Te sientes bien?

El castaño asintió despacio con la cabeza: como si aquel jaloneo de Megumi lo hubiese traído a la realidad. Despertándolo de un mal sueño... Yuji llevo la mirada nuevamente a la cocina, y la verdad era que las luces si estaban encendidas y no había restos de humanos sobre las mesas, ni patas, ni ojos, ni dedos, tampoco sangre maloliente por doquier.

Nada.

Todo era aseado y limpio, perfectamente organizado, una cocina como cualquier otra, con deliciosos manjares preparados por expertos y agradable aroma. Común y corriente, nada fuera de lo normal. Yuji no se detuvo a pensar en el porqué su mente había distorsionado todo ese panorama, solo suspiro con cansancio otra vez, dejándose caer contra el respaldo de la silla.

—Estoy bien, un poco cansado —contestó Yuji, dejando de lado su espeluznante alucinación de antes.

—Ya veo —dijo Megumi, desconfiado—. Sabes que puedes hablar conmigo si las cosas van muy mal, estoy aquí para ti.

Missing my loverWo Geschichten leben. Entdecke jetzt