19. Un hombre de piedra

662 87 7
                                    

Los encuentros y despedidas se repiten todos los días, mientras mi ser se descompone, ¿en que debería creer?



PASADO

Sukuna despertó de golpe, se llevó ambas manos temblorosas a la cabeza, acariciando los cabellos castaños empapados en sudor: intentando calmar su respiración, pero era inútil, había soñado otra vez con Megumi.

Al mirar a su alrededor, su realidad era diferente. No estaba en la casa Zen'in en compañía de Megumi; durmiendo junto al niño abrazando el lobo de peluche que acostumbraba a cargar. No, Sukuna se encontraba en una realidad distinta, una más cruda y horrible: estaba en aquel lugar que por muchos años, fue su infierno en tierra. 

Sukuna se llevo una mano a la boca intentando callar los jadeos ahogados de su respiración y, con desconfianza, miro a su alrededor. Lo primero que entro en cuenta es que las luces estaban apagadas y supuso que aun era de madrugada. El resto de chicos continuaba durmiendo en sus literas, y al parecer ninguno había notado su despertar. Dentro de aquel enorme salón que albergaba aproximadamente cuarenta chicos —como una especie de ganado—, él era el único despierto.

Sukuna llevaba exactamente cinco días desde que partió del pueblo Sugisawa por órdenes de Toji y llego a Londres, a aquel edificio de innumerables pisos con mal renombre en la ciudad. El Hotel 35: el mismo que tenía la fama de ser el albergue de miles de delincuentes juveniles, terroristas y criminales profesionales, si, aquel sitio donde llegaban las almas mas rotas de Londres. Todos esos seres indeseables se encontraban durmiendo en ese edificio, bajo su mismo techo, algunos por agenda propia y otros, con menos suerte, eran obligados por la pobreza; la venganza, el poder, o como Sukuna, traído a la fuerza por el mismísimo jefe, Toji Fushiguro.

Una soga en su cuello atacaba a Sukuna al hombre y, por más que intentara cortarla, Toji la volvía a atar con más fuerza. Esta vez, el hombre quería probar la valía de Sukuna; su tenacidad, su fuerza, quería "convertirlo" en el arma que el sujeto tanto anhelaba y no lo iba a lograr en un lugar como Sugisawa en compañía de Megumi y Yuji.

Toji pensaba, que para convertirse en una bestia, primero debes romperte; y todo el mundo conocía los famosos Hoteles del Treinta (Desde el 30 al 39), estos hoteles eran conocidos por ser donde se reunía la elite más poderosa del mundo, una organización criminal dirigida por el clan Zen'in. Todos estos hoteles contaban con alta seguridad, armas, vigilancia, etc. Repartidos por todo el mundo, como el Hotel 32 en Tokio, el Hotel 37 en Ámsterdam, Hotel 34 en New York o el Hotel 33 en Bogotá. A Sukuna, por desdicha, le había tocado formar parte de uno de estos, el Hotel 35, ubicado en Londres.

Estos hoteles, además de albergar criminales, se encargaba de entrenarlos para convertirlos en soldados especializados en distintas áreas: desde tiradores, hasta espionaje, especialistas en explosivos, armas, tortura, etc. Todo oculto de los ojos de los habitantes, camuflados como un simple hotel de bajos recursos en un barrio olvidado por la sociedad.

Sukuna se puso en alerta al oír un ruido cerca de él. Una de las cosas más importantes Sukuna había aprendido al estar ahí, era jamás debía bajar la guardia... ni siquiera a la hora de dormir. Analizó a su alrededor como si fuera una gacela en medio de una noche infestada de leones. Sostuvo en sus manos con fuerza el filudo lápiz que había guardado con recelo entre su ropa, y fue gateando por la cama, buscando con la mirada en la oscuridad.

Dentro de poco, los ruidos aumentaron, al igual que unas cuantas risas: venían de la izquierda, cinco literas más hacia esa zona.

Sostenlo —dijo una voz en la oscuridad.

Quédate quieto —espetó otra voz. Los ojos de Sukuna se abrieron enormemente, porque al fin entendía lo que estaba sucediendo.

Cuatro sujetos intentaban someter a un chico. Uno de ellos le cubría la boca por el cabezal de la cama mientras los otros tres sostenían sus piernas y brazos contra la colcha. El chico peleaba y pataleaba. Llorando y sollozando. Sukuna trago saliva, asustado, retrocedió sobre la cama al hacer esto se dio cuenta de que varios chicos además de él estaban despiertos: todos igual de asustados, intentando pasar desapercibidos entre las cobijas para no ser las próximas víctimas.

Missing my loverWhere stories live. Discover now